Las comuniones mantienen el tipo en La Rioja frente al fuerte retroceso de las bodas religiosas

A nivel nacional, la situación no difiere en exceso. Entre el 2007 y el 2016 (último dato disponible), la cifra de estas ceremonias religiosas apenas se contrajo el 7%, según la Conferencia Episcopal. Este fenómeno contrasta con la evolución que han experimentado las bodas por la Iglesia en la última década. Las estadísticas de la diócesis riojana precisan que hace diez años se celebraron 600 matrimonios en La Rioja. En el 2018 se contabilizaron unos 370 (-38,4%). En el conjunto de España, el retroceso de las nupcias por el altar alcanzó el 55%.

¿Qué hace que las comuniones preserven su 'gancho'? ¿Por qué contravienen la tendencia negativa de otras ceremonias religiosas en un país en el que, si bien el 70% de los españoles se declara católico, el 63% reconoce no ir nunca a misa?

«Se trata de un rito más del proceso de socialización de los chavales», señala el catedrático de Sociología de la UR Fernando Díaz Orueta, para quien el que las comuniones aguanten el tipo «no contradice el proceso de secularización de nuestra sociedad».

Así, el también profesor en el Máster de Profesorado del campus público riojano indica que «hace 30 o 40 años ya había un descrédito por las bodas religiosas, pero la gente se seguía casando por la Iglesia por la presión ambiental». «Esto ocurre ahora con las comuniones, que continúan celebrándose más por inercia que porque responda a un sentimiento religioso». Y es que, para este sociólogo, al contrario que en otros países europeos de nuestro entorno, «en el sistema educativo español (incluso en la escuela pública), la Iglesia está muy presente». «Ejerce una presión muy fuerte sobre los padres y les presenta las comuniones como algo imprescindible para la socialización de los niños». También apoya el que replicar esta tradición traslada una imagen de familia modélica y que se ha responsabilizado de llevar a los hijos a la catequesis previa. Ese apremio se desdibuja una vez pasada la Primera Comunión.

«Es una celebración cargada de un marco social muy fuerte», admite el párroco de San Ignacio de Loyola, Álvaro Alemany. Muchos de los chavales que toman la sangre y el cuerpo de Cristo en esta parroquia logroñesa proceden del centro concertado de Jesuitas. «El matrimonio es un sacramento que parte de una decisión entre personas adultas; en cambio, en la comunión son los padres los que resuelven y suelen preferir que sus hijos tengan esa opción tanto por el aspecto religioso como por el social», comenta.

«Separar los dos planos en niños tan pequeños, de 8 o 9 años, resulta difícil; por lo que la mayoría lo vive con sentido religioso, pero sin desvincularse de que van a tener una fiesta y regalos», asevera Alemany. «Tenemos que inculcar la vivencia de un sacramento; por lo que debemos catequizar a los padres ya que los niños tienen que aprender a vivir la fe en casa. Si la familia la pierde, los más pequeños la acabarán abandonando», observa el párroco de la iglesia de Nuestra Señora del Carmen en Logroño, Victorino Alfaro.

Aunque siempre resulta arriesgado hacer previsiones a futuro, tanto desde la diócesis como el experto en Sociología consideran que las comuniones irán a menos en La Rioja. El obispado lo achaca «no a la falta de fe, sino a la baja natalidad». Díaz Orueta, en cambio, cree que será consecuencia de que «sigue avanzando la secularización de nuestra sociedad».