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Mitos y desventuras del prócer camerano y de su estatua
La azarosa y miscelánea existencia de Sagasta estuvo trufada de cientos de anécdotas y adversidades; algunas son pura fábula, otras nacen del espíritu librepensador y socarrón del prohombre torrecillano, pero varias décadas después de morir, sufrió su figura el castigo de la intolerancia y el fanatismo
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on 23 años, había aterrizado Práxedes Mateo Sagasta en Zamora para trabajar en la Diputación Provincial como ingeniero de Obras Públicas. En 1848, al poco ... de establecerse, conoció a Ángela Vidal, hija de un terrateniente de la ciudad. El flechazo fue inmediato. A partir de aquí, la leyenda.
Cuentan que la joven heredera dejó plantado a su marido, Nicolás Abad Alonso, un militar que le doblaba la edad y con quien se había casado obligada. Tras la boda, abandonó Ángela el banquete, con la excusa de cambiarse el vestido, lo que aprovechó para huir de su casa y fugarse con Sagasta, quien la esperaba en un coche de caballos.
Desde entonces, el bulo del rapto se ha dado como cierto, no solo por ser muy del agrado del Romanticismo imperante en la época, sino también porque el propio político, un año antes de morir, se la confirmó a Natalio Rivas, uno de sus biógrafos más fiables, mientras posaba (1902) para el escultor Mariano Benlliure.
La realidad confirma el flechazo entre Práxedes y Ángela, pero desmonta la fábula. La hija del hacendado zamorano había contraído matrimonio a los 15 años con Abad Alonso el 4 de marzo de 1844, cuatro años y medio antes de la aparición en escena de Sagasta en Zamora. ¿Cuál era la verdad? Que al día siguiente de la boda el militar tuvo que partir junto a su batallón rumbo a Portugal. Alguna desavenencia grave debió suceder en los siguientes meses entre Ángela y Nicolás, pues el matrimonio nunca llegó a convivir ni, al parecer, ni se consumó.
Sagasta y Ángela no se casaron hasta que el marido de ella murió, tras 37 años en pareja
Por contra, la relación entre Ángela y Práxedes se consolidó muy pronto desde 1849, por lo que trasladaron su residencia a Puebla de Sanabria, donde nació su primer hijo, José, en 1851. En aquella localidad, Ángela se alejaba de este modo de chismes y murmuraciones, al tiempo que permanecía junto a su amado ingeniero, quien dirigía en la comarca las obras de la carretera Villacastín-Vigo.
Con sus hijos José y Esperanza ya en edad adulta, Práxedes y Ángela no quisieron pasar por la vicaría hasta que el comandante Nicolás Abad Alonso falleció en 1885. Habían estado conviviendo 37 años.
Destierro en la carretera de Laguardia
La otra anécdota es de triste recuerdo. El 18 de enero de 1891 se inauguró frente al convento de Carmelitas el monumento a Sagasta, obra de Pablo Gibert, el mismo que esculpió al Espartero del Espolón y de Madrid. Durante décadas despuntó la estatua frente al ya edificado IES Sagasta, hasta que llegó la primavera de 1938. En plena Guerra Civil, el alcalde Julio Pernas retiró la figura del centro y la desterró a la carretera de Laguardia, diezmada de su fuente, sus jardines y otros adornos. La coartada, unas obras de remodelación.
Pero aún quedaba lo peor. La noche del 29 de noviembre de 1941, bajo la advocación de la División Azul, un grupo de franquistas derribó la estatua, la decapitó y arrojó el busto al río Ebro. Nunca se encontró. Si bien todos sabían quiénes habían sido los delincuentes, imperó la ley del silencio.
Seguía Pernas como alcalde, cuando en 1955 encargó al artista Jesús Infante restaurar la cabeza de Sagasta. No obstante, la nueva estatua continuó arrestada en los almacenes municipales. Muerto Franco, Narciso San Baldomero, alcal-de de la Transición, buscó consenso y repuso el monumento en enero de 1976.
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