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I HAD A DREAM

MARTÍN TORRES GAVÍRIA

Lunes, 14 de marzo 2016, 00:49

Martin Luther King dijo: «He tenido un sueño -I had a dream- que habla de libertad y derechos civiles». Pues yo he tenido una pesadilla de ciencia ficción que habla de todo lo contrario. Vivía en un futuro próximo en un país gobernado por un grupo de falsos ácratas, demagogos, marxistas-leninistas, amantes de la expropiación ajena, nunca de la propia, y odiosos de la libertad de los demás. La riqueza la multiplicaban por cero y distribuían con abundante generosidad la miseria. Eran tan amantes de la indigencia que su meta era que todos los ciudadanos del país fuéramos pobres y así justificar su razón de ser, de gobernar y de tener la responsabilidad de guiarnos en nuestro peregrinar proletario. Llegaron al poder aupados por unos medios de comunicación progres, que no progresistas, y con una táctica sencilla y rancia; copiada directamente de Adolf Hitler. Consistía en contar todos los males que padecemos, en lo que todos estamos de acuerdo, pero no explicaban cuáles serían los remedios. Por aquello de que es peor el remedio que la enfermedad. Es como si un médico nos describiera los síntomas que padecemos, que por otra parte ya los sabemos, pero no nos dijera qué tipo de terapia va a utilizar contra nuestros males.

Disolvieron el ejército y formaron una guardia pretoriana, al puro estilo romano, para salvaguardar la seguridad del emperador y su cohorte. Sacaron al país de la OTAN, de la Unión Europea y del Euro y formaron el Círculo de Civilizaciones Cívicas (CCC) con Irán, Venezuela, Cuba, Rusia y Namibia. Para darse un tinte democrático parieron la Ley de Reprobación, sustentada en la soberanía del ciudadano para poder reprobar la acción del gobierno. Para ello había que recoger medio millón de firmas y presentarlas al Congreso. Y ahí es precisamente donde radicaba la trampa. El medio millón de personas que accedimos a firmar quedamos retratados e inmediatamente nos echaron de nuestros trabajos; unos porque eran funcionarios, otros porque trabajábamos en empresas expropiadas y los parados lo siguieron siendo indefinidamente.

Al salir del euro inventaron una moneda de cuyo nombre no quiero acordarme. Por decreto la deuda del país no se pagó y los mercados financieros no nos prestaron más. Nuestros ahorros, muy mermados por el cambio de la moneda, sufrieron una quita del 45% para poder soportar el faraónico gasto del Estado. Los planes de pensiones privados fueron expropiados, ¡cómo no!, tras una campaña feroz por insolidarios. No promulgaban el trabajo, el sacrificio o el esfuerzo, sino propaganda y circo. Como medida de equidad entre ciudadanos teníamos nuestra cartilla de racionamiento con la cobertura de productos básicos. Tan básicos, tan básicos que no los llegué ni a probar.

A las diferentes sensibilidades territoriales del país les prometieron que serían libres para decidir sobre su futuro, pero una vez alcanzado el poder la supremacía proletaria está muy por encima de egoísmos regionales. El pueblo unido...

Todos los medios de comunicación fueron nacionalizados y puestos al servicio del gobierno. El pueblo debía estar bien aleccionado y no contaminarse con ideas liberales o capitalistas.

Me he despertado sobresaltado, sudoroso, con el corazón en la boca y doscientas pulsaciones por minuto. He tomado un café bien cargado y sin azúcar y me he fumado dos cigarrillos tragando el humo hasta los pies. Despatarrado en el sofá he puesto las noticias y rápidamente he pensado ¡Por Dios, que no se haga verdad la frase de que la realidad siempre supera a la ficción!

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