Miradas nostálgicas de una Rioja rural que se vacía
Cómo hemos cambiado. Sí, 130 años dan para mucho y en este tiempo la transformación de La Rioja ha calado hasta en sus cimientos. Del ... Logroño rural hemos pasado a ser La Rioja que mira a sus pueblos con nostalgia por lo que fueron y lo que desearían que volvieran a ser algún día. Miradas de melancolía sobre una región que se vacía.
En ese casi siglo y medio de convivencia de este medio con sus lectores, La Rioja ha dado la espalda a sus pueblos, a su materia prima y no son pocos los municipios abandonados al silencio. Luezas, Montalvo de Cameros, Poyales, La Santa, Santa María de Cameros, Turruncún, Zenzano y Larriba han sido pasto de la despoblación, especialmente este último, habitado a finales del siglo XIX por cerca del medio centenar de vecinos.
La foto fija de cuando este centenario rotativo se gestaba entre las paredes de la Casa del Correo, donde hoy se levanta el Ateneo Riojano, poco tiene que ver a la radiografía de una comunidad que con el tiempo ha ido concentrándose en Logroño. En 130 años la población total ni siquiera se ha duplicado. Ha pasado de 189.376 a 315.675 el año pasado, según las cifras de población que recoge el Instituto Nacional de Estadística (INE), y sin embargo, el número de habitantes de su capital se ha multiplicado por siete (de 19.237 ha pasado a ser de 151.113). El trasvase de habitantes ha sido a costa de la sierra, donde los años, la industrialización y el progreso han dejado grandes damnificados. Pueblos diezmados que ahora buscan un sueño, volver a ser lo que un día fueron.
En Pedroso vivían en 1900 casi 600 vecinos, ahora 75, y cuentan los pedrosiños que había siete ermitas
Pedroso es uno de ellos. A principios del siglo XX casi 600 vecinos residían en este municipio en el que, según cuentan los pedroseños, había hasta siete ermitas, hoy gran parte de ellas en ruinas y con apenas 75 vecinos rondando por sus calles y añorando las fábricas de muebles de las que vivían buena parte de ellos.
El fenómeno de Pedroso, con el tiempo, se ha replicado en prácticamente todos los municipios de la región. Salvo las cabeceras de comarca, todos sin excepción han visto mermado su número de habitantes. En Bañares, por ejemplo, el número de vecinos se ha reducido el 74%, al pasar de 902 habitantes en 1900 a apenas superar los 230.
Un triste camino, el de la despoblación, en el que han influido varios factores a lo largo de todos estos años. La masiva emigración a América, la mal llamada gripe española de 1918, la Guerra Civil... todos ellos dieron en la línea de flotación de la por entonces todavía provincia de Logroño (no sería la comunidad de La Rioja hasta 1980).
Pero supo recuperarse de todos los embates y empezó de nuevo a sumar población hasta que en los primeros años del siglo XXI vivió el fenómeno contrario al de cien años atrás. La bonanza económica convirtió La Rioja en tierra de acogida y los inmigrantes impulsaron el mayor crecimiento demográfico de la historia de la región. Pero ese crecimiento seguía dando la espalda a sus pueblos.
Tal fue así que la crisis posterior que ocupó páginas y páginas en este y en todos los diarios pasó factura a la región. Aquellos que habían venido hasta aquí en busca de una vida mejor regresaban a sus países. El fenómeno ha tenido sus consecuencias y ahora la región vive el proceso inverso. Poco tiene que ver la estampa demográfica de La Rioja de 1900 con la de ahora. Más allá de que la capital concentra prácticamente el 50% de la población de la comunidad, en 1900 el 10%, la zona rural sufre una grave despoblación. El asunto en cuestión está protagonizando buena parte de la agenda política no sólo de esta comunidad sino de toda España.
A principios del XX, Logroño concentraba el 10% de la población de esta comunidad, hoy la mitad vive en la capital
La Administración regional busca taponar esta vía de agua, poner cerco a la crisis demográfica con la Agenda para la Población de La Rioja 2030 que recoge 131 medidas que tienen como objetivo generar oportunidades en el impulso económico y social a través de un proceso dinámico y abierto que refleje la actitud y el compromiso de la propia sociedad con el reto demográfico.
Son propuestas que buscan asentar una población que ha sufrido una importante merma en los últimos años, aunque muchos ven un respiro en el ligero aumento de la población del 2018, el primero en el último lustro en el que en vez de restar, se sumaron vecinos, aunque sólo fueran 266 habitantes más.
La hoja de ruta contra la despoblación pasaría por ofrecer, una serie de incentivos fiscales a la natalidad, la adopción o el acogimiento familiar, una atención especial a las adolescentes embarazadas y un plan de apoyo a la gestación. También se contemplan acciones para facilitar la emancipación juvenil, como allanar la senda para acceder a una vivienda en propiedad con tipos impositivos reducidos.
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