Aún en pie. Iglesia vieja de la aldea de Bucesta. I.J.

De la España vacía a la vaciada

Un ensayo periodístico puso nombre hace 4 años a una realidad oculta. La manifestación del 30 de marzo del 2019 formuló otra expresión reivindicativa y de malestar

IÑIGO JAUREGUI

Martes, 23 de junio 2020, 20:08

Existe una frase atribuida al novelista francés Víctor Hugo que dice así: «Ningún ejército puede detener una idea a la que le ha llegado su ... hora». Pues bien, parece que eso mismo es lo que ha sucedido con el asunto de la despoblación. Tras décadas de amnesia, de no querer reconocer los hechos... ha llegado la hora de hablar del abandono secular de las áreas rurales y de que los medios de comunicación y las administraciones, aunque sea retóricamente, se hagan eco de esa problemática. Es lo que toca.

Publicidad

En paralelo a esa nueva sensibilidad y al reto, real o impostado, que supone enfrentarse a este desafío, se ha ido construyendo o desarrollando un relato que intenta calibrar la magnitud y gravedad del asunto, describir lo que sucede, las dificultades y los obstáculos a los que tienen que enfrentarse los habitantes de las comarcas interiores, y explicar las causas y orígenes del fenómeno. Ese relato, que comenzó siendo homogéneo y unitario, se ha dividido en dos dando origen a otras tantas interpretaciones o enfoques que no son mutuamente excluyentes. Cada una de ellos se ha servido de una idea-fuerza, fórmula, divisa, título o eslogan para amplificar, diferenciar y lograr que los destinatarios presten atención a sus respectivos mensajes y reivindicaciones. El primero, como algunos lectores ya habrán sospechado, es el celebérrimo 'España vacía' y el segundo, y más cercano en el tiempo, 'España vaciada'. De ellos, de su origen y significado voy a intentar ocuparme a continuación.

El origen de la expresión 'España vacía' hay que buscarlo en un ensayo que la editorial Turner publicó en abril de 2016 bajo el título de 'La España vacía: Viaje por un país que nunca fue'. En el primero de sus capítulos, su autor, el periodista madrileño Sergio del Molino, ya nos alertaba de su contenido: 'El Gran Trauma consiste en que el país se urbanizó en un instante. En menos de veinte años, las ciudades duplicaron y triplicaron su tamaño, mientras vastísimas extensiones del interior que nunca estuvieron muy pobladas, se terminaron de vaciar (...) Hay una España vacía en la que vive un puñado de españoles, pero hay una España vacía que vive en la mente y memoria de millones de españoles'. Tras esta declaración de intenciones, Del Molino emprendía un viaje por los escenarios naturales, literarios y cinematográficos del país a fin de componer un retrato de lo que es, fue y pudo llegar a ser. En él se combinaban crónica periodística, ensayo sociológico, divulgación histórica, vivencias o memorias personales y abundantes denuncias.

Sin embargo, el verdadero valor de este trabajo no reside en los nueve capítulos que lo integran sino en el poder que desprende su título principal, un lema tan poderoso que ha provocado que todas las miradas y todos los medios, por fin, hayan reparado en un fenómeno que interesaba poco o nada. Durante cuatro largos años, la expresión 'España vacía' ha funcionado como un sortilegio, un ensalmo, un aldabonazo o un catalizador porque ha sido capaz de poner nombre a unos hechos que habían caído en el olvido y de movilizar tanto a la población que los sufrió o sufre como a los políticos que intentan paliarlos.

Publicidad

Por su parte, el concepto 'España vaciada' apenas lleva un año en circulación. Su origen hay que buscarlo en la fórmula que eligieron las decenas de miles de manifestantes que el domingo 30 de marzo del pasado año desfilaron por las calles de Madrid para expresar el descontento y hacer valer los derechos de los ciudadanos de las comarcas más despobladas. Entre la veintena de provincias representadas y el centenar de organizaciones convocantes, hubo al menos tres procedentes de La Rioja: S.O.S. Cameros, Cameros Vivo y Jarcia Riojanista. A pesar de su bisoñez, la nueva marca está batiendo por goleada a su rival en internet porque acumula un total de 4.900.000 registros frente a los 377.000 de su competidora.

Puestos a elegir, me quedo con el original, con la 'España vacía', y lo hago por dos razones. La primera, por su neutralidad, porque huye del victimismo o de la victimización que a algunos colectivos parece sentarles tan bien dado que les exime de responsabilidades y, de paso, les reviste de una superioridad moral que, realmente, no poseen. La segunda, porque esa actitud suena a excusa, a excusa para no hacer nada y dejar que otros tomen las decisiones y la iniciativa. Frente a lo que sostienen algunos colectivos, no creo en la existencia de una concertación, de una conspiración de las autoridades franquistas o de sus sucesores destinada a vaciar los pueblos de sus habitantes. Los agricultores y ganaderos del interior de la Península no fueron meros sujetos pasivos. La decisión de marcharse la tomaron cuando comprobaron que el nivel de vida y de ingresos existente en las ciudades superaba con creces al que ellos disfrutaban. Como señala el antropólogo William Douglass: «El abandono de la sociedad rural es el doloroso resultado de un desplazamiento en el que el campesino se ve atrapado por sus propias aspiraciones materiales que van creciendo, la incapacidad de alcanzarlas dentro de las alternativas que se le ofrecen en los contextos tradicionales, y la correcta percepción de que los centros urbanos ofrecen la posibilidad de introducirse en las corrientes principales de la vida nacional ...». Más claro, agua.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

¡Oferta especial!

Publicidad