Si eres un inmigrante detenido por asesinato en EE UU, es muy probable que acabes en una cárcel africana

La Casa Blanca envía al remoto reino de Eswatini a cinco «monstruos depravados» que «ni siquiera sus países de origen quieren de vuelta» mientras negocia con 58 gobiernos la creación de centros de deportados

M. Pérez

Jueves, 17 de julio 2025, 12:26

La realidad supera en ocasiones cualquier ficción. Y si detrás se encuentra la mano de Donald Trump, todavía más. Su Gobierno acaba de deportar a ... cinco inmigrantes, encarcelados por delitos que van desde la violación infantil al homicidio, al lejano reino africano de Eswatini, la antigua Suazilandia, donde continuarán de momento cumpliendo sus condenas. Estados Unidos mira hacia África y ha encontrado en el continente algunos países dispuestos a acoger presos de las cárceles norteamericanas después de que la Corte Suprema haya autorizado su destierro a naciones con las que no tienen vínculos.

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Los cinco deportados son ciudadanos de Cuba, Jamaica, Laos, Vietnam y Yemen. Las autoridades estadounidenses los consideran muy peligrosos. «Monstruos depravados», según la publicación que ha hecho el Gobierno federal de sus rostros e historial delictivo. Individuos cuyos países de origen se han negado a aceptarlos. Son «tan singularmente bárbaros», ha dicho un portavoz de la Casa Blanca, que no los quieren de regreso. «Estos monstruos depravados han estado aterrorizando a las comunidades estadounidenses, pero gracias al presidente Trump y a Kristi Noem (secretaria de Seguridad Nacional) ya no están en suelo estadounidense», ha explicado Tricia McLaughlin, subsecretaria de Seguridad Nacional.

«Los cinco reclusos están actualmente alojados en nuestras instalaciones penitenciarias, en unidades aisladas, donde se encuentran otros delincuentes similares. La nación tiene la seguridad de que no suponen ninguna amenaza para el país ni para sus ciudadanos», ha confirmado este miércoles el portavoz del reino africano, Thabile Mdluli. Los presos fueron trasladados en secreto en un avión militar con una fuerte escolta.

Lo que suceda a partir de ahora es una incógnita, El propósito de la Administración de Trump consiste en sacar de EE UU a personas con el perfil de estos detenidos, rechazados por sus gobiernos, y destinarlos a un tercer país hasta que sus naciones de origen los acepten. O no. La láguna está en lo que ocurra en ese intermedio. Algunos juristas han señalado que pueden tardar meses o años hasta que sean readmitidos por sus países. O nunca. El principal grupo prodemocracia de Eswatini, llamado Swalimo, ha criticado la «opacidad» de los acuerdos entre el reino y la Casa Blanca.

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Eswatini es un pequeño territorio cerrado al mar colindante con Sudáfica y Mozambique. Lo dirige la última monarquía absoluta de África , en manos del rey Mswati III desde 1986. Mswati III llegó al trono a los 18 años, tras la muerte de su padre, el rey Sobhuza II, que gobernó durante casi 83 años. Mientras la monarquía vive en la opulencia, los apenas 1,2 millones de habitantes lo hacen mayoritariamente en condiciones muy humildes y con escasos servicios públicos. Eswatini lucha con altas tasas de desempleo y una de las más elevadas del mundo respecto al VIH.

Sin embargo, este reino no es el único donde han acabado deportados migrantes procedentes de Estados Unidos. Otros ocho prisioneros se encuentran ya en Sudán del Sur. Sus recursos ante los tribunales han sido rechazados, pese a argumentar que se trata de un territorio en plena guerra civil. Después de que cientos de inmigrantes latinoamericanos acusados o detenidos hayan acabado en prisiones de Costa Rica, Panamá y El Salvador, la Casa Blanca está ahora interesada en las deportaciones a África.

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Trump se esfuerza por acelerar el ritmo de las expulsiones y ha manifestado que quiere adoptar cuando antes acuerdos con las naciones de ese continente. La finalidad es que se conviertan en receptoras de sus deportados. Una especie de «estación de tránsito» hasta que sus países de origen los acepten. Organizaciones civiles han expuesto que el plan tiene sus riesgos para los derechos humanos, como ha sucedido con el 'caso Abrego' en El Salvador, y muestran su temor a que no haya cerrojos jurídicos suficientes para evitar que un inocente termine en una celda africana en medio de la ofensiva trumpista contra la migración ilegal.

Varios líderes de África Occidental han pasado ya por Washington para establecer tratados a cambio de ayudas económicas. Ruanda ha confirmado estas conversaciones con Washington y la recepción de un iraquí vinculado con el terrorismo desde una prisión de EE UU. Benín, Angola y Guinea Ecuatorial también habrían hecho su propia ronda, según fuentes estadounidenses, aunque todavía se lo están pensando. El secretario de Estado, Marco Rubio, despliega desde hace meses una intensa actividad diplomática para trazar una red mundial de internamiento y sacar de EE UU a «algunas de las personas más despreciables».

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Trump se mueve en este contexto con destreza. Ya no se trata de practicar deportaciones directas de inmigrantes detenidos a sus lugares de procedencia. Ahora se trata de utilizar terceros países como receptores en general de deportados que ingresen en sus cárceles o campos de trabajo y que, incluso, en el futuro puedan pedir permisos de asilo. El Gobierno ha hablado al menos con 29 gobiernos de Europa, África, América Latina y Asia, según informó recientemente 'The New York Times'. Pero, además, el Departamento de Estado ha pedido a sus embajadores y empleados en el exterior que rastreen oportunidades en cualquier otra nación hasta sumar, cuando menos, otros 29 paises de destino.

Con la mayoría de ellos hany negociaciones en curso. Sobre todo, son naciones que pertenecen al continente africano. Algunas viven situaciones de guerra y sobre otras caen denuncias por violaciones de derechos humanos. A varios gobiernos africanos, la Casa Blanca les ha indicado que podría sacarles de su lista de restricciones aéreas y volver a autorizar que sus ciudadanos vuelen a EE UU. En otros casos, Washington quiere convencerles a cambio de programas de ayuda o dinero, como en el caso del prisionero iraquí por cuyo confinamiento pagó a Ruanda 100.000 dólares. Como dijo la subsecretaria de Seguridad Nacional: «Enciendan los aviones de deportación».

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