Una experiencia que deja huella en el desierto
José Carlos Oca y Alberto Verano completan el Nomad Raid Challenge, una prueba de orientación que combina aventura y solidaridad entre paisajes extremos en Marruecos
Llegaron a Logroño como pudieron. Con un embrague nuevo, el coche vacío de provisiones, sin vaca ni apenas combustible pero con el corazón repleto de ... vivencias y la sensación haber dejado su huella en el desierto. José Carlos Oca y Alberto Verano, subidos en su Mitsubishi Montero volvieron el lunes a La Rioja después de haber vivido una de las experiencias más impresionantes de sus vidas fruto de su participación en el Nomad Challenge Raid, una prueba de orientación 4x4 que se ha desarrollado en Marruecos y que combina la exigencia de la competición con un componente humanitario. Quedaron sextos en la tabla, aunque lo de menos fue el resultado conseguido sino más bien los amigos que se llevaron, los paisajes que visitaron y a todos los niños y niñas a los que ayudaron por el camino.
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La aventura comenzó en Esauira el 25 de octubre después de cruzar el Estrecho desde Algeciras una vez pasaron las verificaciones del coche y del material. A partir de ese momento, cada día fue una combinación de conducción, orientación y adaptación constante al terreno cambiante de la costa atlántica marroquí. «Pasábamos por zonas de costa y arena a caminos pedregosos o pueblos de adobe; Marruecos es un país de contrastes», resume José Carlos.
El coche viajaba cargado hasta el techo, no solo con herramientas y repuestos, sino también con material escolar, ropa y juguetes recogidos en Logroño. «En Esauira encontramos un orfanato, de la asociación Darna, y junto a otros equipos dejamos allí la mayor parte de lo que llevábamos», recuerdan. «Nos enseñaron las instalaciones y vimos a los niños muy contentos. Fue uno de los momentos más especiales del viaje», añaden emocionados.
Durante el recorrido, repartieron también material en pequeñas aldeas. «A veces parábamos en pueblos muy humildes, donde los niños salían corriendo al ver los coches. Les hacía ilusión cualquier cosa, incluso una barrita energética», cuentan. «Nos sorprendió ver que en algunos lugares los niños pedían un bolígrafo antes que un caramelo para estudiar, es algo que nos debe hacer reflexionar», añade Alberto Verano.
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En lo deportivo, su papel fue más que notable. Comenzaron fuerte -cuartos y luego terceros en varias etapas perdiendo la vaca del coche mientras recorrían las dunas- y llegaron a luchar por el podio hasta la última jornada. «Terminamos sextos, pero se nos rompió el embrague en la salida de la última etapa y no pudimos continuar. Nos quedamos con la espina, pero contentos con el resultado», explican. El percance, como casi todo en esta aventura, les dejó una gran recuerdo en su memoria: «Nos arreglaron el coche en un día, en un taller que era literalmente un trastero en la calle. Dos chicos se metieron debajo del coche con cartones y lo dejaron listo. Fue increíble», recuerda José Carlos entre risas.
Ahora, ya en casa, ambos coinciden en que la experiencia ha sido completa: aventura, aprendizaje y solidaridad. «Volvemos con ganas de repetir», reconocen. «Ya sabemos qué materiales son más necesarios, como leche en polvo y pañales, y cómo organizar mejor el viaje. Pero sobre todo, nos quedamos con lo vivido y con la gente que hemos conocido».
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