El Logroño se pierde en el caos
El equipo franjivino se despide de la Copa Asobal ante un Anaitasuna intenso
El Ciudad de Logroño continúa atascándose en el Palacio de los Deportes. Esta vez su verdugo fue un Anaitasuna que propuso un partido agresivo, ... muy poco vistoso pero muy intenso. Y en esa batalla el conjunto riojano se perdió (22-26). Porque lo tuvo para sentenciar en la segunda parte, cuando ganaba por tres tantos, pero le fue imposible adaptarse al encuentro y al nivel del arbitraje de los hermanos Escudero.
El Ciudad de Logroño comenzó muy espeso, tanto atrás como en labores ofensivas. Los de Velasco no jugaban nada claro, se atascaban y cometían demasiados errores en esos primeros minutos, en los que un Anaitasuna bien comandado por Ibau Meoki aprovechó la ocasión para abrir el melón del partido. Los navarros empezaron a sumar un gol tras otro y con 0-4 y Kisselev excluido, el equipo franjivino despertó de su letargo. Aunque fue un arranque tímido, en el que el conjunto pamplonica llegó a ponerse 3-8, la defensa se fue acomodando, Jorge Pérez (único portero debido a que Markelau se lesionó un dedo en el calentamiento) tocó algún balón y el ataque comenzó a ver puerta.
Sin embargo, el Anaitasuna parecía jugar con una marcha más, sobre todo en su retaguardia, con una defensa muy profunda –los laterales presionaron mucho a la primera línea local–. Y ante la intensidad, el Logroño batalló con astucia. La de Mamadou Diocou que marcó tres goles seguidos para meter en partido nuevamente a los riojanos.
Por aquel entonces, a cinco minutos del descanso, Leo Dutra había calentado su misil derecho. Uno de esos obuses rompió las manos de Cancio y el conjunto de Velasco empató las cosas en el 28. Ahora sí el conjunto logroñés pensaba en la Copa Asobal y en la segunda jugada Javi Rodríguez robó un balón y se cruzó los treinta metros que le separaban de la portería rival para poner a su equipo por encima del luminoso por primera vez (12-11), resultado con el que llegó el descanso.
El inicio de los segundos treinta minutos se atascó. Pero hubo una diferencia: en el marcador mandaba el Ciudad de Logroño que tuvo que adaptarse a ese juego áspero propuesto por los navarros. Dutra parecía encendido mientras Jorge Pérez seguía parando algún balón que daba oxígeno a los riojanos, que vieron cómo Aitor García les empataba en el 48 (18-18). Había un mundo por delante. Y el Anaitasuna se encargó de enturbiarlo.
Porque los riojanos pudieron sentenciar las cosas en el ecuador de esa segunda parte, pero no era el día de Serradilla; tampoco de Dutra, Preciado o Javi Rodríguez y en el último tramo el Logroño se enmarañó y se convirtió en un equipo atolondrado. Y en ese caos se perdió y el Anaitasuna, al que se le permitió demasiado, ganó y acabó celebrando la victoria como si se tratase de la final de la Champions en un Palacio con mucha gente.
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