Rebeca García y Javier Lasierra con una de sus tartas más exitosas, de queso mascarpone y chocolate blanco. SONIA TERCERO

Rebeca García y Javier Lasierra

Café Victoriano Ninette
«Para montar un negocio hostelero tienes que tener una pasión desbordante»

Con un Solete Repsol, persiguen que quien entre «se sienta a gusto, como cuando invitas a alguien a tu casa»

Sábado, 1 de noviembre 2025, 09:45

Ninette está inspirado en un poema que escribió Rebeca García, propietaria del café victoriano que abrió su puertas en Logroño en abril de 2019. Ese ... poema hace alusión a una dama victoriana y a una época plagada de romanticismo y en donde se ahonda en la esencia de lo que significa estar en un sitio a gusto y poder desconectar. Esas líneas que ella escribió y que estaban cargadas de matices han traspasado el papel para hacerse realidad en un coqueto café frente a la Biblioteca de La Rioja, que invita a soñar despierto y a realizar un viaje hacia los tea rooms británicos del siglo XIX.

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«Siempre me ha gustado el estilo y los muebles victorianos», admite. Con un gusto delicado, cada detalle ocupa un lugar primordial para conseguir que quien cruce la puerta del Café Victoriano Ninette se sienta como en casa. Un trato exquisito «como el que dispensarías a quien está sentado en tu salón». Cada rincón invita a ser inmortalizado, pero lejos de simplemente capturar el momento en un impersonal 'click' se graba cada instante en la memoria a través de un paseo por la repostería casera, los finos sándwiches, los cafés especiales o los batidos licuados elaborados con helados que traen desde tierras alicantinas.

Ni para Rebeca García ni para Javier Lasierra, responsable de las tartas artesanas que ocupan un puesto de honor en el Café Victoriano Ninette, el mundo de la hostelería les era ajeno. Él ya había tenido otros establecimientos, mientras que los padres de ella también habían tenido negocios en este sector.

En 2018 surgió la oportunidad de adquirir el local, con un inicial temor al desconocer cuál sería la respuesta del público logroñés al concepto que querían desarrollar en él. La reforma se dilató más de seis meses y ni siquiera había transcurrido un año cuando tuvieron que cerrar por la pandemia. «Esos tres meses en casa nos sirvieron para reinventarnos, para poner cosas en la carta que no teníamos, para hacer algo de decoración para la cafetería, para documentarme sobre los tipos de tés que existían –tienen en carta una interesante propuesta de infusiones naturales– y, sobre todo, para mejorar y llevar la cafetería donde yo quería», dice Rebeca García.

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Porque para ella la clave a la hora de llevar un negocio pasa por el inconformismo, por estar siempre innovando y mejorando. «Estoy continuamente creando. Si antes era escribiendo novela y poesía o decorando, ahora es creando cosas nuevas para la carta, siempre pensando en los clientes. Tenemos los mejores clientes que podríamos tener. Y eso nos hace venir a trabajar a gusto. Es una suerte». Como la que tuvieron al encontrar a Katya, empleada que ha sabido captar rápidamente la esencia del Café Victoriano Ninette.

En esa constante inquietud por definir un estilo que le ha venido acompañando a lo largo del último cuarto de siglo, junto a Javier Lasierra apostaron por una carta bien trabajada y muy apetecible, con productos de calidad, y donde las tartas tienen un papel muy importante. Él las elabora y ella las decora. «Los fines de semana salen más de quince tartas. Trabajamos también por encargo y la gente se las puede llevar por raciones. Tenemos de mascarpone con chocolate blanco, de fresas, de chocolate con avellana, de chocolate con naranja, de yogur griego con chocolate blanco, de queso al horno, de queso con chocolate blanco, de zanahoria con naranja, de remolacha con queso mascarpone, de manzana, de pistacho...». Un abanico muy amplio que tiene cabida en el local de Rebeca, que se sale de lo clásico. «Nuestro capuccino lleva reducción de chocolate, café, espuma y nata fría reducida en azúcar. Se sale un poco del café clásico y la gente cambia. Se vende muchísimo».

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Y, sobre todo, pone en su negocio pasión. «Animaría a todo el mundo a emprender, pero quien quiera montar un negocio hostelero debe tener en cuenta que hay que meter muchas horas y, sobre todo, tener una pasión desbordante. Decir en todo momento este es mi sueño, respiro por este sueño. Hay que ser constante y dedicarle mucho esfuerzo», reconoce. Y, todo ello, sin olvidar el ingrediente que nunca puede faltar: «La ilusión, el cariño con lo que haces todo. Cada producto que pongo en la carta lo hago pensando en que le puede gustar al cliente; en que la persona que entre al café se sienta a gusto, como cuando invitas a alguien al salón de tu casa. Porque si puedo seguir trabajando es también gracias a la gente».

Y ahí, en gran parte, estuvo la clave para recibir el Solete de la Guía Repsol. «Llevábamos muy poquito tiempo y vino a refrendar el trabajo que hacíamos y a pensar 'Oye, pues no lo estoy haciendo tan mal, ¿no?'».

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