Iban Zaldua | Escritor
«A veces la realidad es tan extraña que supera los límites de la verosimilitud»El autor vasco, especialista en relato breve y ensayista literario, presenta 'A escondidas' en el Ateneo Riojano
Maestro del relato breve, el escritor Iban Zaldua (San Sebastián, 1966), autor de 'A escondidas' (Páginas de Espuma), participa este miércoles en el club de ... lectura El Color de la Mirada (Ateneo Riojano, 19.00 horas). Además de libros de cuentos y novelas, ha publicado los ensayos 'Ese idioma raro y poderoso' (2012, Premio Euskadi de Ensayo) o 'Panfletario. Manifiestos, decálogos y otros artefactos a favor (y en contra) de la literatura' (2021). Pero es en sus cuentos donde la pasión por la lectura y la escritura conduce a una ficción fantástica en la que todo es posible.
– ¿De dónde salen los cuentos?
– Para mí es mi forma de mirar la realidad, de traducirla y reordenarla. Siempre he tendido a este género. Empecé en mi primera juventud y no como entrenamiento para algo mayor en el futuro. Quizás era por mi querencia hacia el género fantástico y la ciencia ficción.
«La ficción funciona en la medida que le da sentido a un caos que no lo tiene, si no estaríamos escribiendo reportajes»
– ¿Cómo surgen las ideas?
– Las señales me vienen del mundo real. Puede tener que ver con algo que has visto, algo que te ha pasado o te han contado, algo que has leído o viendo una película.
– ¿Y cómo escribe?
– No todas las ideas acaban siendo un cuento. Para eso tienen que tener un final muy definido. Yo creo que eso es lo que distingue la realidad de la literatura de ficción, un final que dé sentido a la historia. Cuando tengo eso puedo ponerme delante de la máquina.
– ¿Y de dónde salen los cuentos que conforman 'A escondidas'?
– Es mi última producción literaria autotraducida al castellano. Estos cuentos los escribí y los publiqué primero en euskera ('Inon ez, ioniz ez'), que es mi primera lengua de creación. Aquel libro tenía tres líneas principales: el realismo, el conflicto vasco y lo fantástico. Y en este me he concentrado sobre todo en la parte más fantástica y literaria. A eso hace referencia el título, aquello que está escondido en la cara B de la realidad cotidiana.
«Es un género que sigue estando en segundo plano, al contrario de lo que ocurre en el mundo anglosajón o el hispanoamericano»
– Culturalmente solemos relacionar cuento y tradición oral, pero esa tradición ya casi se acabó, ¿no es así?
– Sigue habiendo esa tradición; hay una panoplia de cuentacuentos que la han renovado.
– Pero de donde usted bebe es del cuento literario.
– Mi tradición es la del cuento escrito sobre todo a partir del siglo XVIII, la gran tradición del relato fantástico, gente como Hoffmann, Poe, Chéjov, Kafka, Quiroga...
– Borges o Cortázar también parecen muy presentes en su literatura, una literatura que de algún modo se mete en el propio relato.
– De hecho el libro va avanzando hacia cuentos en los que la propia literatura se convierte en ingrediente principal de lo fantástico, una reflexión sobre el hecho mismo de leer y de escribir. Para mí, para gente que leemos mucho, la literatura forma parte de nuestra realidad. Hay una cierta reflexión sobre leer, escribir y la obsesión que sentimos por ello.
– Describa esa obsesión.
– Es una enfermedad placentera; nos da fiebre pero nos hace sentir bien. Leer es una parte de mi vida de la que no puedo prescindir, pero creo que sí podría prescindir de escribir.
– Reivindica la imaginación como materia prima. ¿La echa en falta en la literatura actual? ¿Es demasiado realista la ficción?
– Va por temporadas. Me da la impresión de que ahora mismo estamos en una vuelta de péndulo. Ha habido una época en la que el realismo ha estado muy presente muy machaconamente, sobre todo con esta obsesión por la literatura del yo, que al final lleva a una especie de costumbrismo de uno mismo en el que lo fantástico tiene poca cabida. Hay que seguir reivindicando lo fantástico porque sigue siendo minoritario. Yo reivindico una literatura fantástica de lo cotidiano, de lo habitual, que tenga un anclaje con la realidad. Es ese ámbito en el que la imaginación funciona más libremente.
– ¿Dónde están los límites?
– Los límites de la imaginación en la literatura fantástica los marca lo verosímil, incluso de una forma mucho más férrea que en la literatura realista. Pero a mí me da la impresión de que el realismo no deja de ser otra convención, algo que es imposible estando el lenguaje de por medio.
– ¿El truco de lo fantástico está en llegar a un punto donde retorcer la realidad?
– Sí, yo soy muy clásico. Ese es un recurso que uso a menudo: en medio de un relato que parece realista, deslizar un quiebro que rompa esa realidad. Y el otro recurso clásico es el final sorpresivo. La cuestión es utilizar esos trucos tan viejos de forma que sigan sorprendiendo y sigan teniendo significado para el lector.
– A veces parece que la actualidad también emplea esos trucos.
– Sí, a veces la realidad es tan extraña que resulta literariamente inutilizable en la ficción porque supera los límites de la verosimilitud. La ficción funciona en la medida en que le da sentido a un caos que no lo tiene, si no estaríamos escribiendo reportajes.
– ¿Encuentra más libertad en el relato breve?
– No sé si libertad es la palabra. El relato tiene su propio constreñimiento: la brevedad misma, la economía. La novela es mucho más maleable a la hora de hacer digresiones. Quizás, más que libertad, es el reto de la condensación: cómo llegar a decir lo máximo con lo mínimo.
– En pocas palabras, ¿qué tiene que tener un buen relato?
– Eso mismo, tiene que tener economía, no puede sobrar nada. Además tiene que tener algo bastante indefinible, una cierta intensidad, mucha fuerza. Y un buen final, que puede ser un final sorpresivo o ese otro tipo de final en el que aparentemente no ocurre nada pero que da al lector una puerta de salida por la que encontrar otro sentido al cuento.
– No sería tan fácil publicar relato sin editoriales especializadas como Páginas de Espuma. ¿Eso contribuye a dignificar el genero o sigue estando poco valorado?
– La labor de Páginas y otras editoriales es muy importante. Es un género que sigue estando en segundo plano, al contrario de lo que ocurre en el mundo anglosajón e incluso hispanoamericano. En España ha sido un género menospreciado, las grandes editoriales ponen pegas y en los planes de estudio hay pocos cuentistas. Hay que seguir reivindicándolo.
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