«Trato de representar el paisaje desde un contexto más contemporáneo»
El logroñés acaba de obtener la Medalla de Oro de la 85 Exposición Internacional de Artes Plásticas de Valdepeñas con un díptico de su serie 'Glitchland'
La serie 'Glitchland' (Tierra de fallas) ha permitido a Julio Sarramián volver a tocar cima en un certamen de pintura. Si hace un año ganaba ... con este mismo proyecto el 13º Premio Nacional de Pintura Parlamento de La Rioja, ahora ha obtenido la Medalla de Oro en la 85 Exposición Internacional de Artes Plásticas de Valdepeñas, uno de los concursos pictóricos más veteranos y reconocidos del país.
En esta ocasión, el díptico 'Glitchland 3/08', un óleo sobre lino de uno de los característicos paisajes de Julio Sarramián (Logroño, 1981), se impuso a las 291 obras presentadas al certamen.
– En la serie 'Glitchland' reinterpreta paisajes a partir de elementos referentes al mundo digital y la tecnología. Hábleme de la obra ganadora.
– Es una representación del paisaje alpino, que de alguna manera tiene también esa carga simbólica que viene recogida por la tradición paisajística, desde el Romanticismo hasta la actualidad. La montaña tiene esas evocaciones más simbólicas, por ejemplo hacia lo eterno, y también guarda relación con el mundo actual. Nuestra relación con el entorno cada vez está más mediada por el uso de nuevas tecnologías, del móvil, ordenadores... Vamos teniendo una relación con la naturaleza en la que cada vez está más integrada la tecnología y esa virtualización del mundo es lo que trato de recoger, esa representación del paisaje desde un contexto más contemporáneo.
– En la obra ganadora llama la atención el tratamiento del color. De hecho, la disposición de los colores se invierte en ambos lienzos del díptico.
– Siempre hay un juego psicológico con el color, algo que me interesa mucho. Como qué emociones son capaces de transmitir las atmósferas al espectador a través de esos degradados. Al ser un díptico, la idea es que formase una dualidad de sensaciones entre colores fríos y cálidos, haciendo como una cruz visual.
– ¿Por qué son precisamente las montañas y sus cumbres los motivos más habituales en sus naturalezas?
– Siempre he trabajado con la naturaleza y en relación con el territorio, pero sí es cierto que el paisaje alpino tiene para mí algo bastante especial. Me gusta mucho ir a la montaña y la relación que estableces con el paisaje, sobre todo el alpino, es en cierta manera de espiritualidad o de atemporalidad. Uno se queda muchas veces atónito ante las grandes cumbres, como respondiendo a esa necesidad del ser humano un poco bucólica o romántica de poder conquistar o de explorar. Tiene ese simbolismo y siempre nos hemos sentido atraídos por ello.
«Me gusta mucho ir a la montaña, donde la relación con el paisaje es en cierta manera de espiritualidad o de atemporalidad»
«A partir de fotos tratadas con distintos programas informáticos creo una imagen única, un boceto digital que me sirve de guía para la pintura final»
– Un simbolismo que choca en cierto modo con el concepto tecnológico que aplica en su obra.
– Sí, juega con ese choque, pero también esa es la idea. No se trata de una crítica a los usos que hacemos de la tecnología hoy en día sino un modo de vislumbrar cómo nos vamos relacionando cada vez más con el entorno, a nivel tecnológico y también científico. De hecho, el proyecto tiene una base de inspiración en las investigaciones científicas. Me interesa mucho el uso del color en esas investigaciones y también cómo son las tecnologías, cómo el paisaje va generando una arquitectura del territorio distinta a la que observamos gracias a que contamos cada vez con más datos. En mis obras trato de integrar esa virtualización o imagen digital en la representación pictórica. Al final la pintura es una especie de trampantojo, que a su vez invita mucho a la contemplación; es muy absorbente en cuanto a la mirada. Y a ese punto intento llegar, a que sean unas obras muy inmersivas en cuanto a la experiencia contemplativa.
– Dado que sus lienzos van más allá de la propia naturaleza, tocando aspectos de la ciencia, la tecnología, la geología o la filosofía (es licenciado en Filosofía y en Bellas Artes), ¿cómo es el proceso de creación de su obra?
– Hay una parte de toma de imágenes, bien mías bien de internet o de estudios científicos, y a partir de ahí trabajo con distintos programas informáticos y voy creando una imagen particular y única con el ordenador. Creo así un boceto digital que me sirve de guía para hacer la pintura final, aunque nunca acaban siendo iguales.
– Ahora que la naturaleza está más amenazada que nunca por el hombre, ¿cobra especial sentido tu obra?
– Podría ser porque hay algunas piezas que la gente interpreta como mapas térmicos o que tienen cierta relación con la información científica. Lo bonito de la creación es cómo el espectador percibe la obra a través de su experiencia personal o su propia información.
– ¿Qué repercusión cree que tendrá el haber ganado este certamen de Valdepeñas, además del goloso premio de 15.000 euros?
– El trabajo de un artista es una maratón de fondo, y es cierto que todos los reconocimientos son muy positivos, no sólo por el apoyo económico sino por el reconocimiento que se le da al artista, y más a través de instituciones, en este caso públicas. El premio de Valdepeñas es uno de los más longevos de España y tanto el tipo de jurado como la colección que ha ido adquiriendo en sus 85 años de trayectoria hablan por sí solos de la importancia que tiene a nivel nacional.
– ¿En qué está ahora? ¿Sigue con la serie 'Glitchland'?
– Sí, continúo con la serie pero en el camino de pasar a un nuevo proyecto. Me gusta trabajar por proyectos, algo raro en los pintores, pero me siento muy cómodo trabajando por ideas o conceptos, si bien todas mis creaciones guardan relación, por la temática y la manera de pintar. La investigación de materiales, no siempre procedentes de las Bellas Artes, también es una constante en mi trayectoria artística. En medio año quizá esté empezando un proyecto nuevo.
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