Tarde plomiza en Las Ventas
Diego Urdiales se topa con un toro de Jandilla y otro de Victoriano del Río sin opciones que demolieron la esperanza de triunfo en su regreso a Madrid
Esta vez sí, la climatología le permitió a Diego Urdiales regresar a Las Ventas. Dos semanas después de la fecha inicial, como si no costase, y ahora con la presión añadida de lo que supone cortar dos orejas en Sevilla. La tarde de este viernes debería de haberse celebrado entre los dos compromisos que ha tenido en la capital hispalense, pero una enorme tromba de agua en las horas previas al festejo sentenció la tarde de septiembre y se aplazó. Diego lució en esta segunda oportunidad el mismo terno, un tacazo de vestido en tonos claros, aguamarina y con el bordado en oro. Torerísimo. Los que no fueron los mismos fueron los toros que le tocaron esta vez en suerte. Los de septiembre cumplían este mes los seis años y ya no se podían lidiar. Los que completaron el encierro sentenciaron esta vez su tarde. 'Libertino' y 'Bochornoso', el primero de Jandilla y el segundo de Victoriano del Río desplomaron como un castillo de naipes toda esperanza de triunfo.
Fueron cuatro los naturales, extraordinarios, los que pudo trazar Urdiales a su primero. Fueron de exquisito trazo y de enorme personalidad. Muletazos sueltos en un oasis de desesperación y agonía. El toro fue frío de salida, aplaudido por su enorme cornamenta y seria presencia, pero pronto se cambiaron aquellas palmas por las protestas. Prácticamente salía desentendido de los vuelos del capote, con la cara alta pero sin llegar a salir a la huida. Acusó pronto su falta de fuerza, y cierta invalidez, pero el presidente optó por mantenerlo en el ruedo. No sirvió prácticamente para nada este toro de Jandilla. Cuando le bajaba Diego la mano, se desplomaba sobre el ruedo. El toro quería viajar largo, pero no podía. Metía a veces la cara, cuando descolgaba lo hacía bien, pero fue muy irregular y los engaños punteaba constantemente. Terminó quedándose cortó. Sí que una serie reunida surgió por el pitón izquierdo. Bonita. Con profundidad y sin necesidad de corromperse para hacer el toreo. Fueron cuatro, agua bendita. Se fue detrás de la espada que entró hasta la bola y el toro rodó.
-
Plaza Las Ventas (Madrid). Feria de Otoño.
-
Toros Se lidiaron toros de Jandilla (1º, 2º y 3º) y de Victoriano del Río (4º, 5º y 6º). El 1º, deslucido; el 2º, protestón; el 3º, bueno; el 4º, va y viene sin clase; el 5º, gran toro; y el 6º, sin entrega. Lleno.
-
Diego Urdiales: aguamarina y oro. Estocada baja (silencio). Estocada, aviso, dos descabellos (silencio).
-
José María Manzanares: , azul marino y oro. Pinchazo hondo, estocada (saludos). Dos pinchazos, estocada, aviso (saludos).
-
Paco Ureña: de obispo y oro. Aviso, estocada, dos descabellos (saludos). Pinchazo, estocada, siete descabellos (silencio).
Hubo un momento en el que pensamos que el toreo a la verónica iba a fluir, que Diego se iba a romper y que nos iba a llevar como fieles en ese viaje de misterios con el capote, como él sabe, gozándolo. Hubo dos, quizá tres, que tuvieron un corte magistral, ajustadísimos a la cintura, pero el toro comenzó a embestir feo, descomponiéndose y terminó tan corto y revoltoso que deslució todos. Diego trató luego con la muleta de hacer las cosas bien, dándole tiempos, calibrando los toques, buscando los terrenos, las inercias, pero aquello no tenía intención de coger vuelo. Al final de la faena, los muletazos ya de uno en uno. Diego tenía que buscar permanentemente la colocación, impecable, citando con verdad, que es esa que llega y nos hace sentir. Buscó tanto por el pitón derecho como por el zurdo. El toro obedecía, pero sin la mínima entrega, como si le costase un mundo tomar los vuelos, con los 601 kilos que llevaba encima con sus cuatro años y medio. La espada entró, pero terminó escupiéndola entera. Luego falló con el descabello.
Manzanares se las vio primero con un toro de Jandilla que fue complicado, se revolvía pronto colándose por los adentros. Tardó Manzanares en hacerse con él. Lo pasó realmente mal, porque a la mínima lo tenía encima. Mejor condición tenía el quinto. Fue una máquina de embestir, con complicaciones, pero era repetidor. Le exigió mucho a Manzanares, que ahí estuvo, pero sin apostar demasiado. Paco Ureña retó a los miedos citando por naturales, de uno en uno, cruzándose mucho y eso se valoró. Hubo algunos pasajes de buen aire, pero en un cite prendió al torero punteándole. Se dobló por bajo después para cuadrarlo, y la espada entró fea. En el sexto no tuvo opción alguna, lo intentó pero la tarde ya estaba sentenciada.