Tres fragmentos

Antología de la monumental obra de Mircea Cartarescu

Extraer tres historias a modo de 'tráilers' de una obra como la monumental trilogía 'Cegador' puede parecer extraño, pero adquiere sentido en el caso de ... Mircea Cartarescu. Lo comprobamos en esta antología concebida como un acceso lateral a un universo que puede intimidar por su naturaleza abrumadora. El mérito del libro es condensar la naturaleza de la trilogía sin reducirla: ofrecer un destilado de su imaginario.

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Las tres piezas elegidas –'Los Badislav', 'El circo' y 'La boda'– corresponden a los tres tomos de 'Cegador' y reproducen su estructura simbólica, la mariposa que el propio autor concibe como emblema de la totalidad. En las alas se inscriben los mitos y las visiones: el primer relato, 'Los Badislav', reconstruye la huida de un clan sobre la nieve mientras sobre sus cabezas ángeles y demonios se enfrentan en una batalla apocalíptica. En el extremo opuesto, 'La boda' traslada esa misma energía visionaria al terreno de la metamorfosis: el príncipe andrógino Witold Csartarowski se transforma en una ceremonia nupcial que desborda lo humano.

Entre ambas alas, 'El circo' actúa como cuerpo central y muestra la dimensión autobiográfica que contiene la extraordinaria volatilidad de 'Cegador': En el Bucarest de 1964, un niño, el propio autor, es hipnotizado por un artista llamado 'El Hombre Serpiente', yogui y telépata «llegado desde el templo de Calcuta». Lo que ocurre aquella tarde de verano, una epifanía en medio de la ciudad oscura, marca el nacimiento de una conciencia literaria y el comienzo de un viaje hacia los límites de la propia identidad.

Demostrando lo que el libro tiene también de catálogo de registros narrativos, es en este regreso al Bucarest de su infancia donde Cartarescu se muestra por momentos como un narrador realista e incluso humorístico, siendo por ejemplo capaz de inmiscuirse en las reuniones de la sección del Partido Comunista en el Circo Estatal, donde el payaso Ciacanica explica planes trimestrales, «con su nariz roja y su sonrisa de oreja a oreja», sentado junto al ilusionista Farfanelli y el jefe del sindicato, «el famoso domador de pulgas Eduard».

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Aguarda, sin embargo, en cada página de 'Los conocedores' la demostración de que Cartarescu adquirió en 'Cegador' la plena posesión de la escritura personalísima que brillaría después en libros como 'Solenoide' o el reciente 'Theodoros' (ambos en Impedimenta). Con ella, el rumano es capaz de abarcar la totalidad, desde el análisis microscópico hasta la elevación desatada, con una misma energía creadora. El resultado llega a ser inconfundible: párrafos sonoros, expresivos e imponentes que –gracias a la traducción de Marian Ochoa de Eribe– merecen ser releídos en voz alta.

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