Con los siete sentidos

Escalar, desescalar

Jueves, 27 de noviembre 2025, 09:05

Estaba en la sala de espera de una clínica y no podía evitar que mis ojos y mi pensamiento se fuesen a las manos y ... los rostros de aquellos dos chiquillos, a los que les calculé dos y cinco años. Allí estaba el cuadro actual más famoso —no médico, ni pictórico—: un adulto con el cuello descoyuntado sobre su móvil y dos rapaces con los ojos casi dentro de sus respectivos móviles. Quizás para algunos este paisaje es «lo normal». Para mí y quizás para ti, querido lector, y para nuestro sentido común, es un despropósito.

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Durante la última década, la digitalización ha sido un reto y una meta, especialmente en lo concerniente a la «alfabetización digital». Algo necesario en el ámbito social y educativo. Tras la euforia de colocar tablets en prácticamente todos los centros educativos y permitir el amplio uso de los móviles, las voces de familias y profesionales de las diversas ciencias se están alzando con mayor fuerza. Ellos advierten de las graves consecuencias del uso inapropiado y precoz de estos dispositivos. Niños y jóvenes que no desarrollan sus capacidades cognitivas: fragmentación de la atención, disminución del lenguaje y la comprensión lectora, etc. Más alarmante es la baja autoestima que desarrollan, la pérdida de empatía y del sentido de la realidad (todo cuanto aparece en la pantalla se convierte en real, posible e imitable), y el bucle de la dopamina. Las redes sociales están diseñadas para generar picos de dopamina que crean mecanismos de adicción similares a los de las sustancias químicas. Esto se traduce en síndrome de abstinencia, irritabilidad y ansiedad cuando se retira el dispositivo.

Todo lo digital, incluida la IA, que supone un enriquecimiento y facilita la vida diaria, se convierte para los usuarios más jóvenes en certezas más absolutas que lo que familias y educadores les enseñan. Cumplir retos de carácter lesivo para ellos o para otros compañeros, desalimentación, incluso suicidio, no ir a las clases para quedarse jugando, insultar o acosar a alguien, acudir a citas sin saber quién es el verdadero interlocutor. Son riesgos que cada vez con más naturalidad hace nuestra juventud desde los alarmantes ocho años a los 16 años.

De ahí que países como Suecia, pionera en la educación digital, Reino Unido y Francia retornen a los libros y endurezcan sus normativas. En España, Comunidades Autónomas como Galicia, Madrid, Castilla-La Mancha y Cataluña han limitado o prohibido el uso de teléfonos móviles en las aulas. En Australia aprobaron una ley que impide a las empresas de redes sociales dar de alta cuentas con menos de 16 años bajo pena de multas millonarias. De nada sirve controlar el móvil cuando son independientes para darse de alta, por ejemplo, en TikTok.

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Saint-Exupèry nos recordó lo esencial: «No hay más que un verdadero lujo: el de las relaciones humanas. Trabajando solo por los bienes materiales, construimos nosotros mismos nuestra prisión».

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