Karvis, durante su espectáculo 'La habitación de los sueños perdidos', y Magomino (a la derecha), también durante una de sus funciones. LR
Escena

La magia riojana también llena teatros

Magomino, Arthur, Karvis y Rúbi, cuatro ilusionistas locales, reivindican su arte cosechando premios a nivel nacional e internacional

Alicia Fdez. de Arcaya

Miércoles, 30 de julio 2025, 08:15

La capacidad de asombro es uno de los poderes innatos de los niños que se extinguen en procesos de madurez. Son los magos e ilusionistas ... quienes, en sus funciones, posibilitan de nuevo la fascinación por lo desconocido, misterioso e incomprensible.

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El mago Karvis encanta a sus espectadores con la magia de la mente y el subconsciente. A través del dominio del mentalismo, la escenografía y las habilidades teatrales, divierte y anima a rescatar los sueños aparcados en el cajón de la infancia. «Mi magia es muy motivacional, más allá del entretenimiento, busco que la gente salga con actitud positiva hacia la vida», explica el mentalista.

Magomino sumerge a pequeños y mayores en el arte de lo imposible. Su amplio abanico de espectáculos comparte el humor como acompañante perfecto de la magia.

Este año, los dos magos riojanos han maravillado a su gremio en el Congreso Mágico Nacional en Terrasa, la cita que reúne desde hace 40 años a profesionales y amateurs del ilusionismo. No hay truco, Karvis ha sido galardonado con el premio nacional de mentalismo y Mino se ha coronado en la categoría infantil gracias a la función 'No me ayudes más', en colaboración con Clown Arthur.

A estos hitos de la magia riojana se suma el del mago Rúbi Férez, que ha ascendido a lo más alto en el Campeonato Mundial de Magia, obteniendo el segundo puesto en la categoría de micromagia.

Contra el estigma

Todos ellos se entregan sobre el escenario para sorprender y hacer sonreír a sus espectadores emocionados. Un fenómeno que desprende ilusión, pero que ocurre con mucha menos frecuencia de lo que debería.

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El estigma de 'no es más que una actividad de animación' baja a la magia de los escenarios de festivales y teatros y la remite, a menudo, a comuniones, bodas y otras fiestas privadas. Sus practicantes, cuando deciden dar el paso de convertir el sueño en su profesión, están obligados a convertirse en todoterrenos. Participan en otras disciplinas artísticas, venden artículos de magia o dirigen eventos para subsistir en un medio escabroso.

«Es muy difícil entrar en la programación cultural de las instituciones y, aún más, conseguir las subvenciones para lanzar proyectos propios», explica Mino. También es responsable de LogicFest, el festival que hechiza cada octubre la ciudad de Logroño. Pese a la buena acogida de las últimas ediciones, cada año pasa por la incertidumbre de saber si recibirá los fondos necesarios del Ayuntamiento.

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La clasificación de la magia como un arte escénico al nivel del teatro o la música es un reconocimiento que no logra afirmarse en las instituciones. «Durante la pandemia nos quedamos sin ayudas porque no se nos tuvo en cuenta a los magos, fue un año terrible», recuerda Karvis.

Sin embargo, es algo común que las instituciones vayan por detrás de la realidad social. «Los espectáculos gustan, el público siempre felicita y se queda con ganas de repetir», explica Mino, confiado en la disposición de la gente a apostar por la magia, sobre todo, después del 'boom' de grandes personajes como el Mago Pop o Jorge Blas.

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