Viberti pasa a la siguiente pantalla

El periodista ideado por Alacid descubre un nuevo perfil en su segunda novela

Teri Sáenz

Logroño

Sábado, 22 de noviembre 2025, 08:57

'Las horas muertas' ahonda en la estela narrativa de 'Los seres queridos', la novela que supuso la puesta de largo del icónico Viberti y ... la legión de personajes que Jorge Alacid (Logroño, 1962) moviliza sobre el tablero para armar una historia con sabor a thriller y regusto a retablo humano de un pasado reciente. La propuesta del periodista y escritor riojano, sin embargo, va un paso más allá con la opción de ejercer como unidad independiente. Lo hace explorando los claroscuros de las figuras de retaguardia que gravitan alrededor del protagonista, un Viberti que en esta entrega ha dejado la dirección del periódico local de referencia para convertirse en jefe de prensa del alcalde de una de esas ciudades de provincias en las que todo parece fluir mansamente mientras el progreso toma forma de segundas residencias, libertades inéditas y ambiciones sin coto. O, como deja entrever el título, microcosmos de color gris marengo en los que presuntamente no pasa nada cuando todo se cuece. El cambio de rol no amortigua el escepticismo incrustado en el ADN del protagonista ni su instinto para desentrañar misterios u olfatear deslealtades. Tampoco declina la destreza del autor para el dibujo de secundarios arquetípicos, trazados muchos de ellos simplemente con una gavilla de rasgos y tics (físicos, pero especialmente morales) que en todos los casos les hace coger vuelo desde su primera aparición en el relato. Goñi, Bustillo, Simarro, Honorio, Ortuondo, Canario, Irizar... El catálogo es tan extenso y los perfiles humanos tan variopintos como las subtramas en las que se implican, dotando al conjunto de músculo literario y ese punto de transcendencia en otro plano de lectura tan propio del género.

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Como en la anterior novela, otra de las notas diferenciales de 'Las horas muertas' reside en la forma. El relato avanza de una manera torrencial, con un caudal de lenguaje a veces abrumador en el que cada párrafo, la batería de adjetivos y descripciones, se presumen imprescindibles. Esa facilidad de maniobra con las palabras es también de la que se sirve Alacid en la construcción de unos diálogos plagados de mordacidad y frases lapidarias –«Lo mejor de vivir en pareja es la soledad»– unas veces cargadas de humor ácido, otras de nostalgia y pesar.

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