Una tragedia de comedia
Sin sentido. Sin contenido. Inconexa. Intrascendente. Increíble. Basada en superficiales y exageradas discusiones. Así es 'Polar', una cosa que se representó el pasado viernes en ... el Teatro Bretón de Logroño dentro del programa del 45 Festival de Teatro de Logroño y que pretende dar la voz de alarma sobre la huella humana en el planeta –ha escrito el director, Rulo Pardo– y señalar que «el hambre no atiende de fronteras, solo al olor de la carne y las presas dentro de sus muros». Sin haber visto la obra podríamos esperar un 'spin off' de 'The Walking Dead' o un 'remake' de 'Hacia rutas salvajes' pero lo que nos encontramos es una función absurda que no cuenta nada y de la que lo mejor que se puede decir es que al menos fue breve.
La pieza se divide en tres actos aparentemente sin relación, si bien el hilo conductor final, un oso polar, resulta estrafalario, fantasioso y falaz. Una expareja discute, ella de forma muy dramática, histriónica, y él intenta ser más sosegado. Él es director de cine y sopesa admitir una oferta para dirigir 'Casi tres meses', una especie de continuación de 'Siete semanas y media' con los hermanos Ernesto y Malena Alterio como protagonistas. Lejos de ahondar en el interesante debate de la ética y el incesto a pesar de la ficción, la historia pasa por encima y deja ese tema en una simple gracieta. Esa primera parte pretende ser un 'De qué hablamos cuando hablamos de amor' de Carver, lo intenta, pero no lo consigue porque en lugar de ahondar en la conversación quiere provocar la risa a modo de 'sitcom', de manera artificiosa. Tan artificial que para acabar con la escena, de la nada, aparece en casa un oso polar que devora al hombre.
En el segundo acto una joven llega en medio de una tormenta a un bar y, sin dinero, ruega cobijo al dueño. Aparentemente extremos, ella vegana y él cazador, los polos opuestos acaban atrayéndose hasta que una mujer, que según la narradora de la historia llevaba días corriendo sin parar por el bosque, irrumpe en el establecimiento en tacones, perfectamente vestida y peinada. Y la traca final es una tercera y última escena en la que un biólogo acampa en una montaña para estudiar a las aves hasta que se topa con un oso polar que, tras una infructuosa conversación para convencerle de lo contrario, incluso ofreciéndole patatas fritas, acaba devorándolo. Esto no hay por dónde cogerlo.
La obra, que pretende ser una tragicomedia, resulta ser una tragedia de comedia. Para darle cuerpo se han escogido intérpretes de marcado cariz humorístico como Secun de la Rosa, Cristina Gallego y Natalia Hernández, además de Chema Adeva, y aunque su trabajo actoral tampoco sea impresionante, lo cierto es que se ven arrastrados por un texto flojo, una puesta en escena pobre y una dramaturgia endeble. Si se ha pretendido hacer una crítica de concienciación ecológica ha resultado un disparo de fogueo.
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