Cuentos, tiempo y Navidad
CON LOS SIETE SENTIDOS ·
Releo un magnífico relato de Iván Mendoza titulado 'El hombre que ahorraba tiempo'. En él se narra la historia de un hombre que desde joven ... descubrió la fórmula de economizar tiempo y llenó cientos y cientos de botes de tiempo. Cuando sintió llegar su hora reunió a la familia y comenzó a repartir los tarros entre sus seres queridos. Cada uno llevaba su papel. Antes de despedirse para siempre les dio instrucciones para que pudiesen disfrutar del tiempo extra que les regalaba. Cuando el anciano iba a expirar, la nieta más pequeña se le acercó y le dio uno de sus botes, alegando que para nada le servía el tiempo si él no estaba con ella. Ante ese gesto sincero y oportuno, la familia siguió su ejemplo y restituyó el tiempo a su dueño para poder disfrutar un poco más de su compañía, porque «el tiempo sin las personas que amas a tu lado no sirve para nada».
Casi debería concluir aquí mi columna pues este breve cuento es por sí mismo un mensaje de los que tanto nos gusta contar, buscar y regalar en Navidad –aunque pasada la época se nos olvide su enseñanza– y es, a la vez, una certera reflexión sobre la importancia de las personas y del lugar que ocupan en nuestra vida y en nuestro tiempo. Por eso no voy a dejar pasar la ocasión para pedir en voz alta, no a los Reyes Magos, si no a cada uno de nosotros que miremos a los relojes, a los almanaques, a los segundos cara a cara y seamos conscientes de que no es la vida la que es breve, sino nosotros.
Por ello, regalemos tiempo, tiempo de calidad –de corazón, sin mirar el móvil de reojo, sin pensar en el trabajo, en las preocupaciones o el cansancio– a nuestros hijos, a nuestros mayores; a los que a veces por causas diversas arrinconamos, obviamos o relegamos en residencias como personas desahuciadas; a los que están sufriendo a nuestro lado; a nuestros seres queridos. No nos ocupemos tanto de envolvernos en papel de regalo para aparentar, de buscar la felicidad a costa de lo que sea, de llenarnos los bolsillos de piedras de la suerte y minutos robados a los otros.
Regalemos amabilidad, empatía, palabras amables, disculpas cuando toca, por favor y gracias, sonrisas aunque nos duelan las pestañas, y abrazos sinceros, porque solo estos regalos duran «para siempre» y se quedan a vivir en el corazón de quien lo recibe dándole fuerza para continuar esa sucesión de obsequios.
Regalemos confianza. Regalemos gratitud, a los que nos acompañan, a la vida, al amor aun cuando se vaya, a lo que aprendemos, a lo que no nos sale bien. Regalemos esperanza, porque el tiempo es «ese río inmaterial que pasa por nuestras manos mientras nosotros buscamos cómo llenarlas de materia».
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