El día de puertas abiertas la vi a usted muy sonriente abriendo simbólicamente el portón y dando la bienvenida a los agraciados en su visita ... al hemiciclo. Todos sin excepción le manifestaron la deplorable actuación de algunos diputados, de la que somos todos testigos por los medios de comunicación. Usted prometió remediarlo. Ya lo veremos.
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Parlamento viene de parlar, y parlar es lo mismo que hablar pero con una pizca de ironía, esto es, hablar mucho y sin sustancia. Parlar vendría a ser algo parecido a parlotear. Y parlotear es casi sinónimo de cotorrear.
No voy a hablar de política sino de la actuación de nuestros políticos en un espacio casi sagrado como es el Parlamento, o eso debería ser. Nos dan un pésimo ejemplo de lo que no debe ser. De estos lodos vendrán otros barros, ya lo verá.
¿Qué va a hacer para que el Parlamento no dé la sensación de ser un chiringuito como el de los jugones?
Quiero recordarle algo que usted supongo sabrá muy bien pero que muchos de los usuarios han olvidado. El Congreso de los Diputados no es un local cualquiera. Es un espacio vital en el que se hace presente de alguna manera el pueblo español. Los diputados representan al pueblo español y por ello están protegidos por una serie de ventajas que no tenemos los demás, entre las cuales señalaría la inmunidad.
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Le pregunto a usted qué es lo que va a hacer, qué medidas va a tomar, para que el Parlamento no dé la sensación que está dando de ser un chiringuito como el futbolero de los jugones. ¿Por qué será? Un programa de tertulia deportiva, pensada en principio para pasar el rato y si se tercia aprender algo de lo misterioso que puede llegar a ser meter un balón a patadas en un arco de tres palos. Esto es lo que podría o debería ser el programa. ¿Qué es de hecho? Un guirigay de voces, a cuál más gritona, chillando todos a la vez, nadie escucha a nadie, una docena de personas en principio periodistas deportivos. Te ponen la cabeza mala, pero la verdad es que de Pascuas a Ramos me enganchan. Por cierto que cobran muy bien por cada espacio participado. Al verlos y oírlos me recuerdan la taberna de cualquier pueblo de nuestra Rioja. Son forofos que no informan de casi nada, posiblemente porque no sepan casi nada, algunos verdaderos fanáticos, con todas las letras.
¿Qué pasa en nuestro Parlamento? ¿Exponen ideas? ¿Muestran proyectos que sirvan al pueblo? ¿Contrastan planes para ayudar a las familias, a todas y no solo a las que piensan como ellos? ¿Se escuchan alguna vez unos a otros, sobre todo a los que salen a la tribuna, que son los menos pero que crean y frecuentemente mangonean la opinión pública?
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Señora presidenta: si me permite le brindo unos consejillos por si usted cree oportuno hacérselos llegar a los miembros de la Cámara en plan obsequio navideño. Envíeselos a los que suben al estrado, esa especie de púlpito que sus señorías emplean para echar sus ardorosos sermoncillos. Los consejos no son míos, son de un libro que se llama la Biblia. Ahí van, léalos detenidamente.
«De la abundancia del corazón habla la boca». «Es de sabios ser listos para escuchar, y es de sabios ser lentos para hablar». Y vea estas evidencias del libro de los Proverbios: «La lengua que presta alivio es como un árbol de vida; la lengua insidiosa deprime a todo el que la escucha». «El que mucho habla, mucho yerra; el que es sabio refrena su lengua». «La respuesta amable calma al que se enfada, la respuesta agresiva echa leña al fuego». «Hay hombres cuyas palabras son como golpes mortales. La lengua de los sabios es la mejor medicina». «El necio da rienda suelta a toda su ira, el sabio es el que la sosiega». Y podría recordarle muchas otras citas.
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Señora presidenta: soy creyente y por ello siempre espero y confío que todos podemos cambiar a mejor, aunque parezca imposible. Y pido a Dios que nos dé el don de ver lo bueno que tienen los demás y lo malo que tengo yo. Que cuando sea preciso cambie de manera de pensar y de hablar, que tenga personalidad y la valentía para decir lo que pienso y no ser tan ingenuo para hacer mío el refrán de «¿Dónde va Vicente? Donde va la gente». Pido a Dios, señora presidenta, que usted ayude a los diputados a ser fieles a sí mismos, no solo al partido o al escaño que tantos dineros públicos les aseguran; a ser libres y a ser responsables. Porque de su buen papel, o mal papel, dependen muchas vidas. No lo olvide. Atentamente.
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