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Los expertos realizan una batida en el término de Ausejo en busca de los restos del meteoritoque surcó el norte de la península el 22 de diciembre.
Los expertos realizan una batida en el término de Ausejo en busca de los restos del meteoritoque surcó el norte de la península el 22 de diciembre. Fripon/Planetario de Pamplona

En busca de un meteorito en Ausejo

Una veintena de personas participó en la búsqueda de restos de una bola de fuego que pudo caer el día 22 | Un cuerpo celeste de cerca de medio metro entró en la atmósfera terrestre y estalló a unos 26 kilómetros de altura en el término riojano, según los expertos

JESÚS RUBIO

Jueves, 10 de enero 2019, 00:53

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El pasado 22 de diciembre, la noche por un momento se hizo de día para decenas de testigos de Francia y del norte de España, que vieron surcar el cielo un cuerpo celeste. El bólido que se vio pasadas las diez de aquella noche, que muchos oyeron como un estruendo y que hasta dejó registro en los sensores sísmicos, pudo terminar su camino, según los cálculos de los expertos, en el término municipal de Ausejo. Eso sí, no ha aparecido ningún resto de ese objeto celeste, lo que como tal llaman meteorito los científicos.

Se han hecho batidas en un terreno de cerca de un kilómetro cuadrado, en el que los responsables de la red francesa para la detección de estos fenómenos, FRIPON, han calculado que pudieron acabar esos fragmentos.

Sin embargo, no se ha hallado nada todavía, aunque la búsqueda no se ha cerrado. Puede ser que haya meteorito en esos campos y que los rastreadores no lo hayan visto; también es posible que el bólido se desintegrara por completo antes de tocar la superficie de la Tierra.

Más de 200 observaciones

Ese 22 de diciembre lo que entró en la atmósfera terrestre fue una roca de cerca de medio metro de largo. No es un fenómeno extraño. Ocurre prácticamente a diario que algún pequeño cuerpo celeste, habitualmente un resto de cometa o de asteroide, se tope con la órbita de nuestro planeta. «Algunas estimaciones señalan que en un territorio como la Península Ibérica tiene que haber diez bólidos a la semana, aunque solo una decena al año deja restos en la superficie y en su mayoría no aparecen», aclara Javier Armentia, el director del Planetario de Pamplona.

Pero si algo tuvo de particular aquella bola de fuego es que fue muy visible. No solo la captaron las cámaras de todas las redes de captación de este tipo de fenómenos, sino que la Red de Investigación sobre Bólidos y Meteoritos, que pidió colaboración ciudadana, ha recabado cerca de 200 testimonios sobre el vuelo del bólido. «Lo habitual es que haya cinco o seis», señala Armentia.

Los primeros cálculos hablaban de que el bólido tenía que haber caído en Navarra, en una zona cercana a Arróniz, Allo y Lerín. Incluso hubo una búsqueda a cargo de los voluntarios de la asociación Astronavarra. Sin embargo, las observaciones de la red francesa FRIPON, que había detectado la bola de fuego desde Dax, Hendaya y el Montsec en Cataluña, permitieron afinar unos cálculos en los que también participaron expertos como Patricia Yanguas, profesora de la UPNA, y Víctor Lanchares, de la Universidad de La Rioja. Y esos nuevos cálculos llevaron al bólido hasta La Rioja.

El objeto celeste comenzó a ser visible más o menos desde Hendaya. Se convirtió en bola de fuego al entrar en la atmósfera a una velocidad aproximada de 40 kilómetros por segundo. Atravesó Navarra mientras su material iba quemándose por la fricción, hasta que finalmente estalló más o menos sobre Montejurra, en Estella, a 26 o 27 kilómetros de altura. A partir de entonces se produce lo que los científicos llaman el vuelo oscuro. Los fragmentos dejan de ser visibles, y bajan a una velocidad menor, en el mejor de los casos hasta alcanzar la superficie terrestre.

Ahí es donde entraron los expertos franceses de FRIPON, con François Colas a la cabeza, para establecer modelos de caída en los que se tiene en cuenta factores como el tamaño de los posibles fragmentos hasta los vientos que se encuentran en las capas altas de la atmósfera, que suelen ser muy fuertes. Recrearon la caída del bólido en una línea que terminaba en el norte del término municipal de Ausejo, cerca de la autopista A-68.

Rastreo sin suerte

Cuatro miembros del equipo francés viajaron hasta La Rioja entre el 3 y el 5 de enero. Junto a una quincena de españoles, miembros de las asociaciones Astrorioja y Astronavarra, se dedicaron a rastrear esa franja de terreno de Ausejo, de dos kilómetros de largo por medio de ancho, donde podían estar las rocas. «Eran campos unos arados, otros preparados para arar, viñas en la que había gente trabajando podando sarmientos, y también zonas de vegetación alta y de árboles, donde el rastreo resultaba más difícil», describe Armentia, que también participó en la búsqueda. «Pero era un terreno muy llano,estupendo para una prospección. Básicamente lo que se hace es que todos nos colocamos en un lado de la zona, separados unos de otros por unos dos metros, y avanzamos mirando al suelo, tratando de reconocer el meteorito».

Esas piedras «dan el cante», señala Armentia. En un terreno donde abundan sobre todo las piedras y cantos rodados típicos del campo, de tono claro, debe destacar una roca muy oscurecida por haber sido sometida a temperaturas muy alta, sin aristas, redondeada, con líneas de fusión. «Además no se clavan mucho en el suelo, salvo que sean muy grandes».

En esos tres días los móviles de los voluntarios llegaron a contar 130.000 pasos dados sobre esos campos, en busca de fragmentos que podía medir apenas 1,5 centímeros y que, de haber tenido entre 3 y 5 centímetros, hubieran provocado saltos de alegría a los rastreadores. No hubo suerte, pero la búsqueda sigue abierta. Incluso puede ser que, como ha ocurrido en ocasiones anteriores, el meteorito se lo encuentre alguien caminando por el campo. De hecho, se han repartido folletos por la zona para que los paseantes sean capaces de distinguir una piedra procedente del espacio.

A su vez, los expertos franceses han compartido todos los datos de sus observaciones para facilitar otras búsquedas. «Para la ciencia sería muy bueno que se encontrara la piedra y se le pudiera hacer un análisis geoquímico y petroquímico», apunta Javier Armentia.

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