«La alternativa y el nacimiento de mi hija han sido lo más maravilloso que he vivido»
'El Víctor' repasa su trayectoria profesional 25 años después de tomar la alternativa en la plaza de Calahorra
No lució alamares de oro el día de su alternativa, como si el destino ya supiese en aquel momento que cuatro años después renunciaría a ... ese privilegio que tienen los matadores de llevarlos en sus vestidos. Víctor García lució un terno blanco y plata, con cabos negros. Fue hace justo 25 años cuando cumplió su sueño de tomar la alternativa, el 27 de agosto de 1996. Sus paisanos fueron testigos de aquel acontecimiento, que tuvo lugar en la plaza de toros de Calahorra. 'Moruno', de la ganadería de Garcibravo, se llamaba el primer toro que le tocó en suerte. Era negro, herrado con el número 16 en los costillares. Juan Mora fue su padrino de ceremonias y Jesulín de Ubrique hizo las veces de testigo. A partir de entonces, este torero calagurritano comenzó a transitar por un camino áspero, duro y difícil, viendo cómo transcurría una temporada tras otra sin que el teléfono apenas sonase. Ni en las ferias de La Rioja le abrieron las puertas. 'El Víctor', como así se le conoce en el mundo taurino, aguantó cuatro años por esta senda. En agosto del año 2000 decidió dar un giro a su carrera y probar suerte como torero de plata. Ahora, su función cada tarde de corrida es ayudar al matador a que pueda «descubrir mejor al toro». Es banderillero y forma parte de la cuadrilla del riojano Diego Urdiales, con quien compartió las bonitas ilusiones de los inicios.
Víctor García fue alumno de la ya desaparecida Escuela Taurina de Calahorra. El día 25 de agosto de 1987 debutó sin picadores en su localidad, y el 2 de marzo de 1991 ya se anunció con los del castoreño, también en Calahorra, alternando con los toreros de la tierra Pérez Vitoria y Pedro Carra. Este viernes está de aniversario. Dice que no se imaginaba llegar a donde ha llegado. «Toda una vida dedicada en cuerpo y alma a esta profesión», apunta. Comenzó a los 12 años y ahora tiene 47.
– Si tuviera que definir este cuarto de siglo en una frase, ¿cuál sería?
– Que me siento un hombre muy afortunado de haber elegido esta profesión.
– ¿Cómo recuerda aquel momento de la alternativa?
– Llegó con ilusión, como el primer reto de mi vida. Junto al nacimiento de mi hija, cuando la sacaron del paritorio, ha sido lo más maravilloso que he vivido. Sensaciones que se quedan grabadas para siempre. Cuando haces el paseíllo... ¿qué puedes tardar? ¿15 segundos? En ese trayecto te da tiempo a repasar todo, desde los comienzos en las capeas, tu paso por la escuela taurina, la preparación... Todo. Es bonito.
– ¿Cuál era el objetivo en ese momento?
– Ser figura del toreo.
– ¿Da vértigo mirar atrás?
– No me arrepiento de nada. Arrepentirse es ser una persona frustrada. Yo soy feliz y lo que tuvo que ser, fue. Que podría haber hecho cosas mejor, posiblemente.
– ¿Cómo fueron aquellos primeros años?
– De toda mi trayectoria, los inicios han sido lo más bonito. Fue una época en la que tres chavales del barrio nos apuntamos a una escuela taurina como quien ahora se apunta a una clase de pádel. Teníamos nuestra afición, pero tampoco... Fue realmente bonito ir a las capeas, el poder comprarte unas zapatillas con lo que ganabas, hacer autostop para ir a los tentaderos de tapia y dormir tres en la misma cama...
– ¿Era todo mucho más natural?
– Más virgen. Con mucha más ilusión se afrontaban los retos.
– ¿Cuál ha sido el momento más duro?
– Cuando decidí cambiar el oro por la plata. La tarde en la que tomé la decisión definitiva toreé con Diego (Urdiales) en Calahorra. Era algo que ya llevaba tiempo meditando, pero aquella tarde fue la que me hizo dar el paso. Solo tenía ese compromiso. Estaba con la ilusión de entrar en San Mateo, pero la corrida no sirvió y me sentí mal. Fui al hotel y allí estaba un amigo. Me senté y le dije: «Esta ha sido la última. Hasta aquí». Nos tomamos una cerveza y brindamos.
– Tardó cuatro años en entrar en los carteles de Logroño como matador de toros. ¿Era igual de injusto que ahora el sistema?
– Y por medio de una sustitución. Fue injusto, sí. Y lo sigue siendo. También se daban corridas de toros en Haro, en Alfaro... Y que no contasen contigo cuando había sido un novillero bien catalogado... Eso te va derrumbando, y si no eres muy fuerte de cabeza...
«Me apunté a la escuela taurina como quien ahora se apunta a una clase de pádel»
lso inicios
– ¿Había rivalidad en aquellos años 90?
– Sí que la había. Había pique. Y era bonito. Cuando toreaba en Arnedo me trataban muy bien, pero en cambio a Diego... Y cuando Diego toreaba en Calahorra era al revés, a él lo trataban muy bien, pero conmigo eran más críticos. Fue bonita esa sensación (se ríe). Había rivalidad. Me acuerdo de cuando éramos becerristas, que estábamos los dos solos y nos vestíamos en el frontón antes de torear, donde media hora antes habíamos estado jugando al fútbol. Eran otros tiempos. Éramos niños que queríamos ser toreros.
– ¿En quién se inspiraba?
– En Rafael de Paula, en Juan Mora, Ortega Cano, Manzanares... Yo era muy de Ojeda.
– ¿Y Diego se ha vuelto con el tiempo en una fuente de inspiración?
– Con él he evolucionado mucho. Diego es un gran estudioso de la mente y se aprende a su lado. Es un filósofo de la tauromaquia. Afortunadamente, tengo la grandísima suerte de estar con el mejor torero de la historia de La Rioja.
– ¿Sus triunfos los considera como suyos?
– Sí. Y ya no solo los triunfos, también las decepciones. Por ejemplo, la carrera de Diego no ha sido fácil, y hemos estado más de una noche sin dormir porque no le querían poner en Madrid. Cuando él triunfa es como si yo también triunfase. El llegar a la habitación y que te dé las gracias, eso es lo más grande que hay.
– Es su peón, pero también su hombre de confianza. ¿Qué le ha aportado?
– Prácticamente todo, el saber estar delante de los toros, el torear con el capote, la colocación... Tanto de Luis Miguel (Villalpando) como de Diego he aprendido muchísimo. Me imagino que él habrá aprendido algo de mí (se ríe).
«Es un gran estudioso de la mente y se aprende a su lado, es un filósofo de la tauromaquia»
relación con urdiales
– ¿Qué triunfos destacaría?
– No soy de pensar en mis triunfos. Destacaría la tarde de Bilbao en la que Diego salió por primera vez por la puerta grande. Tanto para él como para nosotros fue importantísima. Llegábamos con tres corridas de toros a Vista Alegre y que cuajase esa faena... Fueron muchos los años que llevábamos buscando un triunfo así.
– ¿Ha cambiado el toreo en estos 25 últimos años?
– Esto lo hemos hablado Diego y yo muchas veces. Hubo un momento en el que comenzaron a salir toreros más 'tremendistas' que de calidad. Y ahora está cambiando otra vez la tendencia al toreo clásico, afortunadamente. Ahora mismo hay una baraja de toreros muy buenos. Compones un cartel con Urdiales, Juan Ortega y Pablo Aguado en Madrid y es de reventón. Como antes con Manzanares, Curro Vázquez, Ortega Cano, Espartaco, Julio Robles...
– ¿Ha pagado muchas veces con sangre el peaje de esta profesión?
– La última cornada que recibí fue en Logroño, en 2012, de un toro de Victorino Martín. Vi que tenía opciones y quizá me precipité en sacarlo del caballo. Tú lo que no quieres es que se rompa. Fue una de las cornadas más gorda.
– ¿Cuántas lleva?
– Recibí otra en Logroño de novillero y otra en Santander ya de banderillero, estaba a las órdenes de Francisco Marco.
«La última que recibí fue en 2012 en Logroño de un toro de Victorino Martín»
las cornadas
– Dicen los antiguos que hoy se torea mejor que antes. ¿Lo cree?
– Ahora se tiene mucha más técnica. Antes se toreaba con más personalidad. Ahora, los jóvenes que están empezado son técnicamente matadores de toros. A mí me enseñó un hombre que andaba de director de lidia en las capeas, y ahora cualquier chaval tiene un matador de toros en la escuela taurina. Ellos nos aportaban lo que veían. Antes te rodabas en la calle y ahora van a una especie de universidad. Y luego la zona, no es lo mismo nacer en La Rioja que en Sevilla o Salamanca, que es zona de muchas ganaderías.
– ¿Quién es su mayor apoyo?
– Mi mujer, que es con la que pago los cabreos, las incertidumbres, los nervios, la que me plancha las camisas... Es mi mayor apoyo junto con mi hija, que no le gusta que sea torero porque con seis años vio que me llevaban a la enfermería. Ahora, con 15, ya ha empezado a ir a los toros, pero a los pueblos, porque sabe que el toro es más chico que en Madrid.
– ¿Qué opinión tiene sobre la corriente que hay de que se reduzcan profesionales?
– Muy mala. Se quiere hacer un espectáculo barato cuando el toreo es muy grande. Por tres sueldos más la fiesta no se va a acabar.
– ¿Qué le queda por hacer?
– Subirme en globo (se ríe).
– ¿Hay Víctor para rato?
– No pienso en la retirada, pero en cuanto pueda jubilarme, me jubilo.
Urdiales: «Había rivalidad, y más siendo uno de Arnedo y otro de Calahorra»
Desde la temporada del año 2008, Víctor García 'El Víctor' ha formado parte de la cuadrilla de Diego Urdiales. Es su hombre de confianza, con el que ha compartido los momentos más bonitos, pero también los más amargos de la profesión.
–¿Cómo definiría a Víctor?
– Es un torero grandioso, que está atravesando un momento extraordinario. Como todo lo bueno, va mejorando con el paso del tiempo. El tenerlo a mi lado es un orgullo.
– ¿Qué significa para usted?
– Lo primero, un amigo, que es lo más importante en la vida. Mi relación con él va más allá de lo profesional, es de amistad. El tener a alguien a tu lado con el que tienes esa confianza, y viajar con él durante tanto tiempo, al campo, a las plazas; el vivir con él esos momentos de soledad, esa búsqueda del toreo que cada uno queremos conseguir... Hace que todo sea mucho más agradable.
– ¿Da seguridad a la hora de hacer el paseíllo?
Por supuesto. Está claro que uno tiene que ser buen profesional, pero a todas las personas que llevo en mi cuadrilla los considero familia. Y eso para mí es fundamental.
– ¿Qué momento especial destacaría?
– Con una mirada, un abrazo, cuando los dos nos hemos emocionado y hemos arrancado a llorar después de una gran faena en una plaza importante, porque ambos sabemos el significado de todo lo que hay detrás.
– Víctor dice que había rivalidad cuando empezaron.
– Había una rivalidad sana y bonita, que es lo que debe tener un torero. Uno quiere estar mejor que nadie, y ese es el objetivo que tenemos esté quien esté al lado, por muy amigo que sea. Cuando sale el toro, lo que uno debe hacer es estar a la altura y conseguir el máximo. Y más, entre nosotros, había una rivalidad especial porque entre los arnedanos y los calagurritanos siempre ha existido un pique especial. Y el que uno sea de Arnedo y el otro de Calahorra añadía un plus
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