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Mario abraza al perro Coco, que se ha convertido en su mejor amigo.
Los ángeles de los ángeles

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'Dejando Huella' realiza una terapia con perros en el centro Los Ángeles para estimular a niños con discapacidad

ELOY MADORRÁN

Sábado, 31 de mayo 2014, 23:32

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No sé quién fue, pero el día que eligió el nombre del colegio la inspiración fue muy generosa con él, o con ella. Mario, Unai y Ainara son tres niños que acuden diariamente al centro privado de educación especial Los Ángeles, en Logroño. Para sus padres, tíos y abuelos, estos tres niños -y el resto de alumnos del centro- son verdaderos ángeles. Y por ese motivo requieren una especial atención.

Cada martes y jueves, a las dos de la tarde, Mario, Unai y Ainara están un poco más alterados de lo normal. Es la hora de la cita con Coco. Y con Frida. Es la hora de 'Dejando Huella', una terapia asistida con perros que trabaja para desarrollar la socialización, el estímulo mental y la aceptación en los alumnos del colegio. Para ello es básica la presencia de unos perros entrenados, que se han convertido en los grandes amigos de los alumnos.

«Lo que está claro es que los niños saben lo que les toca porque ese día están más nerviosos», reconoce Lorena Reinares, directora del colegio.

Primero aparecen en el aula Mario y Unai, que se sientan sobre una manta que luce la leyenda 'Coco y sus amigos' que confeccionaron al alimón la madre y la abuela de uno de los nenes. La familia, ¡siempre la familia! (la colaboración del entorno más cercano es fundamental en el proceso madurativo de estos niños).

Cada uno a su estilo, Mario y Unai exteriorizan sus nervios. Se miran, se tocan, no cesan de mover la cabeza. En fin, como un fan esperando el concierto de su grupo preferido. Y en ese momento aparece por la puerta Coco, un perro de aguas de 2 años, menudo y con el pelo rizado. A partir de ahí, Mario somete al perro a un férreo marcaje. Unai, más prudente, espera las instrucciones de Sandra (voluntaria de 'Dejando Huella') y Teresa (responsable del proyecto que se realiza en el colegio de Los Ángeles) antes de iniciar el acercamiento. «Al principio no le hacía caso a los animales, se acercaba a Coco y no sabía interactuar con el perro. Ahora es pasión. De no querer verlo ha pasado a perseguirlo por toda la clase», explica Marta, la mamá de Mario.

Definitivamente, Unai se une a la fiesta. También quiere jugar con Coco. Teresa y Sandra, integrantes del equipo de 'Dejando Huella', reparten 'gomets' a los nenes. El ejercicio consiste en pegárselos sobre el cuerpo a Coco, el paciente sufridor. Poco a poco, el animal deja de ser un perro de aguas para convertirse en un repentino enfermo de sarampión, salpicado de múltiples puntos verdes, amarillos y azules sobre su pelo.

Entran Ainara y Frida

Mientras ambos alumnos están aplicados en la tarea, aparece por la puerta Ainara, el tercer ángel. Y acto seguido asoma el hocico de Frida, una pastor alemán de 9 años, la veterana, que puede presumir de haber trabajado en cine y en televisión. Vamos, toda una estrella.

Para Ainara la tarea es distinta. A ella le toca recoger unas piezas de puzle que Teresa y Sandra sitúan estratégicamente sobre el arnés que porta Frida. Ainara, disciplinada, se pone manos a la obra.

Ahora ya la fiesta es total. Son tres niños persiguiendo a dos perros que, cada vez que se cruzan, sacan un instante para mirarse a los ojos como asintiendo uno a otro: «¡Qué paciencia hay que tener, amigo!».

Teresa Angulo, responsable del proyecto que 'Dejando Huella' desarrolla en el colegio de Los Ángeles, se muestra contenta con la mejoría que están experimentando los chicos. «Hablamos de perfiles muy diferentes. A nivel global, han mejorado mucho en el contacto y la confianza. Y, de manera individual, destacaría la psicomotricidad, el trabajo en equipo, el tiempo de espera y sobre todo el contacto físico», repasa.

Después de jugar, a recoger

La clase toca a su fin y Ainara empieza a recoger los cubos de diferentes tamaños con los que se afanaba durante los últimos minutos. Por su parte, Mario y Unai reciben una instrucción clara: «Después de jugar hay que recoger. Así que hay que quitar todos los 'gomets' que tiene Coco por el pelo».

«Los centros de educación especial no son centros segregadores, sino integradores», se esmera en repetir en cada intervención la directora, Lorena Reinares. Y, por eso, como se hace en cualquier colegio o en nuestra propia casa, es la hora de recoger. Y bien disciplinados que son los tres alumnos limpiando a Coco de 'gomets' y dejando a Frida sin fichas de puzle escondidas.

Y así termina la clase. Pero es un final con retardo. Por lo menos en la mente del periodista, que sufre una lluvia de imágenes que difícilmente olvidará: la precisión con la que Unai se empeña en colocar un 'gomet' azul sobre la espalda de Coco, el esfuerzo de superación de Ainara para acariciar la cola de Frida y el beso con el que Mario acompaña un medido abrazo a Coco (no como los del comienzo de curso, que eran verdaderas torturas). Estos retratos ilustran la huella que cada martes y jueves van dejando nuestros tres protagonistas. Nuestros tres particulares ángeles.

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