Cristina y Elena en Kionwany, Kenia, donde acudieron para realizar un voluntariado a través de la ONG María Salus Infirmorum. L. R.

Voluntarias rinconeras en Kenia

Cristina y Elena Viajaron a Kionwany este verano para colaborar con la ONG María Salus Infirmorum

Lunes, 9 de octubre 2023, 08:26

Cristina Cerdán (empleada de la DOP Peras de Rincón de Soto) y Elena González (trabajadora social) participaron en julio en una experiencia de voluntariado que ... les dejó huella. Estas dos rinconeras acudieron a través de la ONG María Salus Infirmorum a Kionwany, Kenia. Estuvieron 18 días durante el mes de julio.

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«Lo he querido hacer toda la vida y me puse en contacto con una chica de Calahorra que es sobrina de la presidenta de la asociación. Me facilitó su teléfono, me contó el proyecto y me animé. Un día fui a casa de mi prima Cristina y se lo comenté», explica Elena.

Cristina no se lo pensó y se involucró en esta aventura. Hubo reuniones en Calahorra y Pamplona para explicar las pautas a todas las personas que fueron de diferentes lugares como La Rioja (como Logroño, Calahorra, Santo Domingo y Rincón de Soto), Navarra, Mallorca y Burgos.

En la primera tanda hubo diecisiete voluntarios. «Hicimos de todo, desde pintar columpios en el colegio, hasta estar en las clases con los niños pequeños (bailando, cantando, enseñándoles palabras en castellano y juegos), ayudar en el dispensario de los médicos. Acompañamos al médico y la enfermera a las casas cuando nos llamaban para atender a la gente que no podía ir hasta la consulta», comentan.

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L. R.

Otra labor se centró en el almacén donde organizaron y repartieron el material enviado en un contenedor de donativos (bicicletas, comida, juguetes, herramienta para el campo, ropa).

Nunca antes había hecho algo así y valoran la experiencia como algo muy positivo, que se les hizo corto. «Podríamos estar todo el mes (hay quienes fuimos por tandas y otros el mes completo). Nos dio mucha pena cuando llegamos ver a la población tan pobre, que no tenía nada, ni para comer, pero a la vez era feliz. A la vuelta también nos apenó marcharnos y dejar allí a todos los pequeños. Nos los habríamos traído a casa», señalan Cristina y Elena.

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Antes de ir se pusieron las vacunas. En el caso de la malaria, en Kenia tomaban la pastilla después del desayuno cada día. Por seguridad no debían salir solas ni alejarse de la casa. También hubo tiempo para realizar turismo y vieron animales en un safari.

«Nos habían contado lo que nos íbamos a encontrar, pero hasta que no lo vives no eres consciente. No sorprendió la pobreza, no hay agua, la falta de limpieza, la ropa estropeada», recuerda Cristina. Y Elena continúa: «A mí me llamaron la atención los adolescentes. No tienen nada que hacer o juegan al fútbol o, como mucho, cargan las garrafas de 20 litros de agua a las espaldas y tiran monte arriba».

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Les gustaría volver. «Es una experiencia incluso para haber ido con mis hijos y que puedan ver todo lo que les falta allí y lo que nos sobra aquí», dice Cristina. «Los niños nos echan de menos y hemos hecho una buena piña el grupo que fuimos», termina Elena.

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