La vocación pastoril que se pierde

La jornada comenzó con la conducción de un rebaño de ovejas desde el cruce de acceso a San Andrés de la N-111 hasta la propia Venta de Piqueras. Algunas familias acompañaron al pastor soriano Ricardo Pérez en esa conducción, como Estela González y Miguel Sacristán, quienes acuden todos los años junto a sus hijos Yisac y Pablo Ping. «Es algo natural, algo ancestral y una experiencia diferente, además, es divertidísimo», declaró ella, recordando que su tío era cabrero y «lo hemos vivido de forma indirecta, así que nos gusta que nuestros hijos recojan parte de esa tradición». Estela alabó los centros de interpretación de la Venta de Piqueras y de Villoslada, «están fenomenal, son muy claros y didácticos».

Una de las actividades más interesantes de la jornada fue el testimonio ofrecido por dos pastores trashumantes, uno ya jubilado, Pedro Espiga, de Brieva, y otro aún en activo, Ricardo Pérez, de Navabellida (Soria).

El soriano, a sus 62 años, y que empezó en el oficio a los 13 (aunque se inició en la trashumancia a los 16), declaró que continúa practicando la trashumancia «con el mismo ritmo, bajamos en noviembre y subimos en julio, somos de los últimos que quedan». Y el riojano relató en pocas palabras toda su vida: «He sido muy afortunado, toda la vida me he dedicado a esto y ahora continúa un sobrino. Fue mi vocación, porque hay que tenerla para ser pastor trashumante».