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El público disfrutó de la degustación de las dos terneras asadas durante casi quince horas, acompañada la carne de fruta, pan y bebida. E. P.
Enciso

El paciente asado para más de 900 personas

La XXII Jornada de la Ternera Asada llenó de ambiente la villa del Alto Cidacos, que ofreció teatro y exposición el sábado y visitas a su patrimonio paelontológico el domingo con la degustación

Domingo, 5 de octubre 2025, 21:12

Los árboles que crecen al paso del río Cidacos comienzan en estos albores del otoño a teñirse de amarillos y cobrizos, dejando una bucólica estampa a quien recorre el valle. Con el aterrizaje de octubre en el calendario, llegan también las actividades promocionales que impulsan varias villas para, a través de la gastronomía más característica de cada una, atraer a cientos de visitantes y dar a conocer todas sus riquezas y atractivos. El pasado domingo cada vez fue transformándose en más otoñal y requirió chaqueta, la primera de las propuestas fue la habitual en el primer fin de semana de octubre, la Jornada de la Ternera Asada de Enciso.

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«Huele que alimenta», sonreían dos amigos cuando se encaminaban hacia la fila que no paraba de crecer y se salía del perímetro del entorno del frontón de Santa Bárbara. Ahí, un equipo de expertos asadores vascos completaba la mimada y detallada preparación de dos terneras abiertas en canal. Un asado que había comenzado más de medio día antes, a eso de las 23.00 horas de la noche del sábado. Su despiece y troceado para llevar a plato daría lugar a unas 900 raciones. Los de la fila esperaban pacientemente su turno cruzando las 14.00 horas.

Como paciente había sido el asado durante toda la noche. Su inicio fue el final de una jornada que la villa dedicó a la cultura: a mediodía, la obra 'Soñando a Lorca', con la compañía Ábrego Teatro y dentro del programa Camino Escena Norte, al que el Ayuntamiento ha optado y conseguido participar; con la exposición 'Cesteando con Vimet-Art'; y, también en la Casa de Cultura y con entrada libre, el espectáculo vespertino 'Todas las hembras que habito', de Amparo Nogués y Rumbo Hirundo. Con el atardecer, la plaza Mayor acogió actividades festivas con hinchables, toro mecánico y el concurso de lanzamiento de cencerros y degustación de perritos calientes.

Expertos vascos asaron las dos terneras desde la noche del sábado, dando lugar a unas 900 raciones repartidas

Cientos de personas saborearon la carne que siete familias cuidan en la villa, con alrededor de 700 cabezas

De la cultura, el ambiente cambió ayer al estómago y la gastronomía. Y se trasladó, como es habitual, al frontón de Santa Bárbara. Ahí se dispuso el mercado artesanal con productos de kilómetro cero en embutidos y quesos, golmajería, artesanía...

A su vera, como también se ha convertido en habitual en esta celebración, el parque de paleoaventura Barranco Perdido ofrecía jornada de puertas abiertas para visitar y disfrutar de sus instalaciones. También hubo visita guiada al Centro Paleontológico de Enciso y, previa reserva, al yacimiento de la Virgen del Campo, uno de los más ricos de la ya de por fecundidad de icnitas de la villa.

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Se iba acercando la hora. Y aunque el reloj no lo marcara, sí lo dejaba apreciar el aroma que se extendía por todos los alrededores de Santa Bárbara. Era la llamada. Y acudieron cientos de personas con todo el equipaje necesario para disfrutar de la comida y el ambiente: mesas y sillas plegables, neveras, aperitivos para esconder la espera y buen ambiente. El mismo que salía desde un bar lleno que desplegaba animada música para aligerar la espera.

Con las carnes en su punto, un equipo de voluntarios atendió a los cientos de personas congregadas: bandejas, pan, fruta, bebida y los platos con los trozos de ternera. Bien asada, sí, pero también de extremada calidad: la que cuidan, fomentan y alimentan siete familias en la villa con unas 700 cabezas, una de las fuentes de riqueza de Enciso que ayer se dio la mano con otra: el turismo. Con la misma filosofía continuarán en las próximas semanas las actividades promocionales del valle, como las jornadas del queso en Munilla o las micológicas de Arnedillo, otros clásicos otoñales.

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