Ángel Sainz Grávalos, en la hemeroteca del edificio de Diario LA RIOJA. JUAN MARÍN
Álbum de familia de Diario LA RIOJA

«Mi obsesión era que se instalaran quioscos de venta»

Ángel Sainz Grávalos | Antiguo corrector y jefe de distribución del periódico

Lunes, 22 de enero 2024, 10:53

Ángel Sainz Grávalos, jefe de distribución del periódico desde 1970 hasta casi 1992, charla sobre su labor de esos años en la actual sala de juntas del edificio del periódico LA RIOJA, mientras mira con cariño y admiración la hemeroteca del diario para destacar la historia que atesora.

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Ángel Sainz llegó al periódico unos años antes, en 1965, después de quedar primero en una prueba de selección de correctores. Aún guarda el documento que recibió por su primer puesto en un proceso en el que participaron una docena de personas, según recuerda.

Tras aquellos primeros años en el turno de noche, le tocó mudanza. Porque en su llegada fue a la sede de la plaza Martínez Zaporta, pero en 1968 se produjo el traslado a la actual ubicación, la de Vara de Rey.

También tiene el carné con su foto, guardado en una funda de plástico, de jefe de distribución desde 1970. Lo que con más cariño rememora de su labor fue el trato con los vendedores y con los suscriptores. Refiere ahora cómo llegaban todas las mañanas los repartidores de la plaza, es decir, los de la capital, para recoger los ejemplares que luego llevaban a cada domicilio. Andando, por cierto. Era un trabajo «penoso», cuenta. Con frío o con calor.

Y relata además que en aquel entonces tenía «dos obsesiones», como las llama él: la primera era que se constituyera una cooperativa de vendedores, que finalmente no pudo hacerse y, la segunda, que se instalaran quioscos de prensa para mejorar las condiciones de la venta. «Esa costó trabajo, pero sí la hicimos», recuerda.

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Y, pese a que todo funcionaba bastante bien, «todos los días le faltaba a alguien el periódico». Así, en el momento en el que tenía constancia de la falta del ejemplar, se le llevaba al afectado aunque fuera a media tarde. «Estábamos hasta las siete de la tarde. Solo si lo sabíamos a las siete menos cinco se dejaba para el día siguiente».

A modo de anécdota, rememora que una tienda de la calle San Antón que tenía una verja se quejaba mucho porque le quitaban su ejemplar diario. Para buscar una solución, se estuvo investigando qué pasaba y se descubrió que una viejecita –«incluso más mayor que yo», bromea–, que pasaba todos los días con su bastón, lo utilizaba para sacar el diario de detrás del enrejado. Y si este chascarrillo tiene que ver con lo que pasaba en su negociado de puertas hacia afuera, de puertas hacia adentro también refiere cómo un encargado de teletipos de la noche se llevaba su bocadillo para reponer fuerzas con su correspondiente vino, pero el líquido que le iba faltando por efecto de algún plumilla. Cuando descubrió al autor, su plan fue cambiar una noche el vino por vinagre.

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Hoy Ángel no se pierde el ejemplar del día. Además lo lee sin gafas. El de papel, claro. «Si me falta el periódico me falta algo», señala quien fue responsable de que los periódicos llegaran a todos los rincones de La Rioja. No quiere dejar de reconocer la atención de los vendedores, de quienes afirma que le ayudaron mucho. El modelo ha cambiado ahora totalmente, reconoce el antiguo jefe de distribución del diario, quien aclara que él no tiene «nada de periodista». Y es que hoy hacen falta muchos perfiles para sacar a diario un periódico.

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