Los andamios trepan por el 25 de la Gran Vía

Edgar se acerca a Rafael, se saludan con familiaridad e intercambian unas palabras sin perder de vista a los obreros. «Se me olvidó incluir un violín y mi bicicleta», le dice el propietario del 5º izquierda al arquitecto municipal mientras el andamiaje toma forma y los curiosos, diez días después de la explosión, continúan tan curiosos como aquel sábado de infausto recuerdo.

Los andamios comenzaron ayer a trepar por el número 25 de la Gran Vía -a la espera de las grúas- con el reto de intentar recuperar los restos del padre y de la hija fallecidos y los objetos de más valor del vecindario... amén de arrojar algo de luz o, cuanto menos, no interferir en la investigación de las posibles causas del siniestro. «Les he facilitado unos planos a propietarios e inquilinos para que nos señalen, aproximadamente, la ubicación de aquellos bienes que desean rescatar», explica a pie de obra Rafael Alcoceba, arquitecto del Ayuntamiento de Logroño encargado de supervisar los trabajos de demolición. Edgar Requejo es uno de ellos y, como casi todos, se ha olvidado de incluir en tal lista objetos que, con el paso de los días, hacen acto de presencia en su memoria.

Su piso, en el que vivía con su pareja, se encuentra literalmente «gravitando» sobre un vacío de entre nueve y diez metros que, en caso de derrumbe, echaría a bajo todo el edificio. «Lo único que podemos hacer es retirar lentamente lo que está suspendido en la parte trasera para que no se nos venga abajo y lo tape definitivamente todo», continúa Alcoceba en su intento de hacernos ver que los trabajos serán arduos y laboriosos, más si se tiene en cuenta que la Policía Científica ha puesto sobre la mesa la necesidad de acceder a una zona hasta ahora 'cegada' contemplando la posibilidad de que aparezcan los restos calcinados de la familia Videla Saa.

Más de una semana después de la tragedia que costaba la vida en el corazón mismo de Logroño al matrimonio formado por Roberto Edargo y Marta Liliana, ambos de 49 años, y a los pequeños Exequiel Andrés y Katherine Alexandra, de 9 y 8 años -respectivamente-, la presencia de operarios del Grupo Ortiz, en lo que hasta ahora son preparativos para el desmontaje del inmueble, hace que la capital aún no pueda olvidar lo sucedido el pasado 22 de mayo.

Casi 20 metros

Casi 20 metros de andamio se lo recuerdan desde ayer a los numerosos viandantes de la capital. Andamios con escalera para poder acceder a todas y cada una de las plantas desde el exterior evitando el peligro que supone adentrarse después de la explosión de gas -aún por determinar- en el edificio de Fermín Álamo. Unos trabajos que se prolongarán como mínimo durante dos meses para que, una vez concluidos, sean los propietarios quienes decidan el futuro del céntrico solar.

«Retirar de arriba a abajo lentamente y cruzar los dedos»... Ésas parecen ser las claves del proceso de demolición a juicio del arquitecto municipal, muy atento a las necesidades que pudiesen surgir a quienes como Edgar y su pareja lo han perdido prácticamente todo. Ésas y que el tiempo siga tan soleado como estos días... «Todo lo que sea lluvia no hace sino complicar aún más la tarea y hacerla más peligrosa si cabe», apostilla Rafael en plena conversación con el propietario del 5º izquierda.

Independientemente de la climatología, la demolición del edificio siniestrado obligará a cortar el tránsito peatonal en la acera de los impares entre las calles María Teresa Gil de Gárate y República Argentina. Los comercios anexos, sabedores de tal circunstancia, ya comienzan a temerse los efectos.