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Trabajadores del Carlos III protestan por la gestión del ébola.
La falta de personal obliga a contratar a sanitarios eventuales

La falta de personal obliga a contratar a sanitarios eventuales

Los sindicatos desmienten que los trabajadores se nieguen a tratar a enfermos por miedo al contagio

Antonio Paniagua

Viernes, 10 de octubre 2014, 10:16

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Las bajas por estrés, una plantilla menguada y el cabreo del personal sanitario, que ya no está dispuesto a ofrecer sus servicios de forma voluntaria ante la «criminalización» de Teresa Romero por la administración sanitaria madrileña, ha obligado al Hospital Carlos III a reclutar trabajadores eventuales que habían cubierto suplencias. Según los sindicatos, los gestores sanitarios de la Comunidad de Madrid están deslizando el bulo de que los trabajadores están protagonizando un motín. Las repentinas bajas por ansiedad le parecen sospechosas a la consejería de Sanidad de Madrid.

Manuel Torres, de la Confederación Sindical Independiente de Funcionarios (CSIF) y enfermero que atiende a Teresa Romero, asegura que los trabajadores sanitarios encargados de lidiar con la crisis del ébola no están protagonizando un acto de insubordinación. Ese comportamiento, además de ilegal, sería suficiente para abrir un expediente disciplinario. Frente a la especie difundida de que el hospital está echando mano de parados porque los enfermeros están amedrentados, Torres argumento que se ha «tirado de desempleados por falta de gente». Su compañera África Díaz, delegada sindical en el Carlos III, recela de esta medida, por cuanto los suplentes están siendo adiestrados en el manejo del contagio a marchas forzadas.

Los enfermeros son los más indignados por el «sensacionalismo» de la prensa y las «presiones» a que ha sido sometida la enferma para que admitiera que ella era la culpable de su propio contagio.

«Ya no hay tantos voluntarios», sostiene Torres. Los que pedían ser relevados de su servicio e integrar de forma voluntaria el equipo que trata a Romero ya no están por la labor. Los descansos, la rotación de turnos y las bajas laborales han conducido al desbarajuste. De ahí a decir, como se ha afirmado, que hay una insurrección en la plantilla media un abismo. «Nos hemos quedado solitos», arguye Torres, quien, como los compañeros que atienden a la paciente contagiada por el virus, reciben terapia psicológica. La psiquiatría ha acudido al rescate de los sanitarios ante el «tsunami emocional» que generan las fiebres hemorrágicas, dicho en palabras de Elena Moral, portavoz de CSIF. «El negarse a tratar a un enfermo es un delito», dice José Antonio Crespo, representante de CC OO en el comité de empresa de la Fundación Hospital de Alcorcón.

Ahora las autoridades sanitarias empiezan a reaccionar al desgobierno. Ya es un paso que se considere, como se decidió ayer, que los profesionales sanitarios que tengan contacto directo con pacientes infectados empiecen a ser conceptuados como «personal de riesgo». La medida, en todo caso, llega tarde para calmar a unos sindicatos que consideran que Teresa Romero se ha convertido en la «cabeza de turco de unos gestores incompetentes».

Los sindicatos están sublevados por la aparición del médico Germán Ramínez a la puerta del hospital para dar por hecho que Teresa Romero se infectó al tocarse la cara con los guantes. ¿Por qué esa comparecencia cuando no ha concluido la investigación? Moral no oculta su irritación por el hecho de que una persona con fiebre, bajo los efectos de los tranquilizantes y debilitada por las hemorragias sea sometida a un interrogatorio por la prensa. Y que sus palabras -«pudiera ser que me tocara la cara»- se tomen por artículo de fe.

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