«Yo no veo que la crisis haya acabado»

Armando Almeida Cañas. Logroñés. 59 años. Casado. 4 hijos. Tras la 'mili' emigró a Suiza por una década. Desde siempre se ha dedicado a la hostelería (incluso montó varios negocios como autónomo o, lo que hoy se llama 'emprendedor'). 35 años cotizados. Y ahora... le quedan quince días para que su contrato -por seis meses a media jornada- expire. Después... quién sabe.

Desde noviembre empuja un carrito de limpieza por Capitán Gaona, paseo de Dax, plaza del Ayuntamiento, bulevar y Duquesa de la Victoria. Es 'su' territorio y recoge papeleras, repasa y barre... Es lo que hay y muy contento porque «gracias a Cáritas conseguí este empleo».

Armando cuenta que siempre se consideró clase media. Él pensaba que vivía bien. Nunca le faltó trabajo de camarero, bien pagado y ello le permitió cierto ahorro y un piso. Montó algún negocio y justo -relata- cuando funcionaba bien, llegó la maldita crisis. Hablando con unos y con otros y con trabajadores sociales dio con Cáritas. En la nave del polígono Carrascal realizó un par de talleres de electromecánica y de restauración de muebles antiguos. Después, cuando acabó, aún tuvo arrestos para abrir el que ya fue el último de sus negocios: Otro bar que se fue a pique. Y luego saltó de trabajillo en trabajillo: camarero por horas, en banquetes, en fiestas... Nada en serio.

En octubre volvió a Cáritas y en noviembre se abrió un sendero: la UTE Logroño Limpio le hizo un contrato de media jornada por un semestre. «Mejor que los 426 euros que cobraba de ayuda. Yo quiero trabajar. Pero se acaba el 15 de mayo. El lunes iré a hablar con el jefe a ver qué posibilidades tengo. De otra forma, con 59 años, mi vida laboral se muere aquí porque lo primero que te preguntan en cualquier sitio es la edad», se lamenta.

Cuando los políticos derrochan optimismo frente a un micrófono y exultantes aseguran el fin de la crisis, Armando mueve la cabeza: «Yo no veo que hayamos salido de la crisis. Son palabras preelectorales. Luego no hay nada. Nos costará mucho salir adelante», dice con firmeza. Y expone sus razones y su experiencia: «Yo veo que esto es igual o peor que cuando acabé el servicio militar y me fui a Suiza. Entonces te ganabas la vida y podías ir de un trabajo a otro, aunque no cotizaras, pero ahora es que no hay ni siquiera la posibilidad de trabajar. Estamos peor que entonces y de eso hace casi cuarenta años».

Armando se despide sonriente y empuja su carrito por Duquesa de la Victoria. Se enfunda unos guantes y vacía una papelera. Ojalá Armando no tenga razón y la crisis pase a ser solo un mal sueño.