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José Tomás, en un momento de la faena a su primer toro./ EFE
CRÍTICA DE TOROS

Tomás, de puntillas por valladolid

BARQUERITO

Viernes, 12 de septiembre 2008, 02:46

DOS toros de sobresaliente condición trajo la corrida de El Pilar. Primero y cuarto. El primero, negro listón, fue el de más cuajo de los seis. Se durmió o malmontó el picador que trabajaba, o se rebelaría el caballo, y el toro derribó dos veces. Ni memoria del derribo, que fue como matar moscas. Brioso, templado, alegre, el toro se relamió en la muleta. Muy cadenciosa la embestida, pero también candente. El cuarto, colorado, los pitones en forma de lira, remangado y engatillado pero estrecha la cuna, fue pura fibra. También este toro descabalgó al piquero en el primer asalto.

En el segundo se echó el caballo. Y luego se puso a embestir el toro como se debe: con el golpe de riñón a compás de la batida de manos, el morro por el suelo, la mirada en el reclamo. Sin cansarse ni rendirse. Con brava bonanza.

Perera presentó por si acaso cartas credenciales, que fueron, en el tercero de corrida, un sobrero de La Palmosilla, y después de un atascado puyazo, cuatro lances capote a la espalda en un quite de supremo ajuste. Gaoneras de las habituales en el repertorio de José Tomás. Imposible la réplica. No fue, además, tarde de poder torear de capa ni el propio José Tomás. La pegajosa embestida que desde el arranque distinguió al segundo de corrida no le dejó ni estirarse ni llegar a pegar dos lances seguidos. La falta de fijeza del quinto, distraído hasta la exageración, se prestó todavía menos. De capa sólo se pudo torear en serio tres toros: el del quite de Perera capote a la espalda, de llamativa firmeza, y los dos de Manolo Sánchez. Pero los descalabros en varas de uno y otro frustraron todo intento. Sólo la sorpresa de ver al veterano torero de Valladolid echar rodilla en tierra para saludar al cuarto con una larga cambiada de rodillas. Impropia salida.

Larguísimas faenas: la airosa pero liviana y malograda de Manolo Sánchez que abrió serie; una empeñosa, frustrante y destemplada pelea de José Tomás con el segundo, un toro pegajoso que punteó por sistema la muleta; y también el sólido, valeroso, poderoso pero interminable trasteo de Perera con el noble sobrero de La Palmosilla que sacó el estilo de los viejo del Marqués de Domecq en forma y fondo.

Las orejas le cortó Perera a ese toro tras un trabajo de intuitiva colocación generosas distancias y, por tanto riesgo, de estoica firmeza y buenas muñecas, bien trabado pero repetitivo y abrochado con estocada irresistible, monumental. Una oreja le dieron a José Tomás del segundo. Para recompensar su entrega tozuda, su constancia a pesar de las turbulencias y, sobre todo, una tanda de manoletinas celebradas con pasión de solanera. La corrida duró dos horas y media. Dio tiempo hasta para un cambio de temperatura.

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