Nevenka Fernández, durante la entrevista, esta semana en Madrid. José Ramón Ladra

Nevenka Fernández

Activista contra el acoso sexual y autora de 'El poder de la verdad'
«Hubo momentos muy duros en los que pensé en acabar con todo»

Después denunciar el acoso del alcalde que era su jefe, emigró para reconstruir su vida tras tocar fondo. Ahora da la cara por las víctimas silenciadas

Viernes, 12 de septiembre 2025, 08:22

Tenía 26 años cuando, en un acto de valentía sin precedentes en España, denunció por acoso a un poderoso político leonés, Ismael Álvarez, alcalde de ... Ponferrada. Era 2001 y, aunque ganó el juicio, Nevenka Fernández tuvo que emigrar para encontrar trabajo, víctima, además, del rechazo social. Ahora tiene más de 50 años, dos hijos, trabaja en una gran transnacional y colabora con una ONG humanitaria en Reino Unido. Acaba de publicar 'El poder de la verdad' (Sine Qua Non), donde narra los años de reconstrucción vital, más allá de lo que ya contaron otros libros y películas.

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–¿Quién era Nevenka antes de entrar al Ayuntamiento?

–Yo era la hija mayor de una familia de cuatro hermanos, muy protectora. Una niña que aceptaba las reglas como se las decían. Era muy feliz y buena estudiante, que hacía deporte. Muy confiada, que siempre intentaba ver el lado bueno de las personas, lo que fue uno de los motivos de lo que me ocurrió.

–¿Y quién es usted ahora?

–Soy una mujer de más de 50 años que ha aprendido con la experiencia lecciones importantes. Vuelvo a ser la misma persona que siempre fui, con una gran necesidad de comprenderme, que aprendió a saber lo que quiero. Una madre de dos hijos, trabajadora, completamente normal, aunque me llame Nevenka.

–¿Por qué se obliga a recordar ahora?

–Es una progresión natural de lo que ha sucedido desde que se emitió el documental ('Nevenka', en Netflix). Me atreví a salir del armario, pude verme con distancia. Aquello pasó hace 20 años y ahora hay una Nevenka diferente. Yo quiero enviar un mensaje de esperanza, compartir mi experiencia personal para poder superar un trauma así.

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–¿Pasó de víctima a activista con la publicación de su libro?

-Sí, la mía es también la experiencia de muchas otras mujeres. Nos rodea muchísima ignorancia sobre los procesos que acompañan un acoso. Cuento mi propia evolución personal en el libro para ayudar a las mujeres en una situación parecida.

–Habla de vergüenza y culpa.

–No hay una sola razón que explique por qué las víctimas de maltrato se sienten culpables. Pero siempre somos manipuladas por nuestros maltratadores, que nos hacen sentir que tenemos una responsabilidad en la agresión. Luego está también la parte social. Aunque peleamos por nuestros derechos, hay efectos secundarios si nos salimos de los comportamientos que se esperan de nosotras. Por haber aceptado tener esa relación con él y después decir que no, ¿me merecía lo que pasó? La sociedad me decía que sí, que me lo había buscado yo. En mi caso particular, la sociedad no estaba preparada para aceptar que una mujer de 25 años decidiera tener una relación con su jefe, que era además 25 años mayor, y después decidiera que no era lo que quería. Se me acusó de muchas cosas, de ser una trepa, en fin...

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–En retrospectiva, ¿le sorprende la fortaleza que tuvo?

–Valientes fueron mis padres, mi familia que se enfrentó a cosas muy duras. Yo sólo quería sobrevivir. Para mí era imposible imaginarme seguir viviendo con todas esas mentiras, con todo ese dolor, con toda esa angustia. Yo no me podía dejar morir. Tenía muchísimas ganas de vivir y no había hecho nada malo, excepto haber consentido aquella relación con él. Nada más.

–¿Tuvo ideaciones suicidas?

–Sí, en lo peor de la historia, cuando llegué a un fondo en el que creí que no valía nada y no sabía cómo salir de eso y todo se me caía encima y yo era la mala, la loca, claro. Hubo momentos muy duros en los que pensé en acabar con todo. Sobre todo al principio. Pero gracias a una persona que siempre tuve al lado, Lucas (con quien se casó después), pude ir saliendo día a día. Cuando empecé a entender, puse palabras al horror.

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–¿Qué ha cambiado en estos 25 años?

–Hay una España que quiere entender y que quiere evolucionar. Pero falta muchísimo.

Maneras de vivir

–Usted es madre. ¿Aconsejaría a sus hijos que denuncien?

–Sin duda, sin duda. Pero las circunstancias de cada persona son únicas y una decisión así, lamentablemente, tiene muchos efectos secundarios. No le creerán, tendrán problemas para encontrar trabajo. Yo no me atrevería a decirle a todas las personas que denuncien en los juzgados, no todo el mundo puede. Yo era muy joven, no tenía hijos y estaba peleando por mi vida.

Nevenka Fernández al anunciar su dimisión como edil y la querella por acoso contra el alcalde, el 26 de marzo de 2001. EFE

–¿La Nevenka actual denunciaría?

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–¿Si amenazaran a mis hijos de muerte en vez de a mis hermanos y a mis padres, como ocurrió? No lo sé. Quiero pensar que sí. Hablar me salvó la vida. ¿Qué tenía yo? Yo no tenía nada. Nada. Con los años, todas las cosas que decían, que denunciaba por la fama, por el dinero, por la autoridad, se han caído. Pero han tenido que pasar estos 20 años. El poder de la verdad es poderoso y aunque hubiese perdido el juicio, ya sé que esto es una barbaridad. sentía que había ganado cuando pude contar la verdad.

–Define el acoso como un asesinato psicológico.

–El acoso es una situación donde la persona que ataca psicológicamente a la otra no deja marcas físicas y programa el dolor lo justo para que aguantes y no grites y cuando de repente te das cuenta ya no tienes voz ni control sobre ti mismo. La manipulación psicológica es muy sibilina. Pero somos más fuertes de lo que pensamos, si nos atrevemos a ser honestos con quiénes somos y con qué queremos.

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–¿Alguna vez se volvió a encontrar con su acosador?

–Frente a frente no, pero me preparé mucho para ese momento. Porque yo tengo que volver a Ponferrada. Allí vive mi abuela, con la que estoy muy unida, y todo el mundo sabe quién soy. Los primeros años iba con gorro, medio escondida, con ansiedad. Pero familiares y amigos sí se lo han encontrado y me dicen que agacha la cabeza como lo hizo en el juicio. Porque él sabe muy bien lo que hizo, aunque nunca lo ha reconocido. Debe de ser terrible vivir de esa manera.

–¿Volvería a vivir en España?

–No, yo ya soy guiri, ya llevamos 22 años fuera y me he acostumbrado. Vivo con una paz tremenda.

–Y ahora, ¿usted está bien?

–Te puedo decir que estoy en paz.

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