El eco de la desaparición de la admirada actriz Diane Keaton, por su gran valía artística y por la imagen que ha proyectado como mujer ... inteligente, libre, digna, con gran sentido del humor, sin miedo a envejecer, y sin recurrir a ser misándrica para marcar estilo, se entrecruza con las noticias sobre los premios Nobel 2025. Valga un réquiem hacia Diane Keaton, compartido con mensajes positivos en la aparente confusión mundial.
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Que la Academia noruega haya concedido el Nobel de Literatura 2025 al escritor húngaro László Krasznahorkai, es un elogio hacia aquellos que combaten la mediocridad en un mundo en el que, algunos, se esfuerzan para que impere.
Por otra parte, la concesión del Nobel de la Paz a María Corina Machado constituye un reconocimiento hacia aquellos que, por encima de su seguridad personal, apuestan por la prevalencia de la democracia y los derechos humanos. En este caso, desde un país rico como Venezuela que ha visto menguar su futuro y libertades desde 1999 en manos de regímenes totalitaristas que incluso han manipulado groseramente el resultado de los comicios nacionales para permanecer en un poder, factor del declive venezolano.
Además, es un serio toque de realidad para un pretencioso Donald Trump que voceaba ser merecedor del Nobel de la Paz por detener guerras en curso. Su distorsión sobre la realidad es evidente, así como su falta de empatía y solidaridad hacia los demás. Es lícito tener sueños, pero algunos son irreales desde una visión egocéntrica del mundo basada en que la vida es injusta, el sistema está amañado y solo ellos pueden restablecer el equilibrio hacia la justicia.
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Aspirar al Nobel parece un chiste en una persona que ha perseguido inmigrantes, ha dado claras muestras de misoginia, pretende apropiarse de Groenlandia, ha desplegado el ejército en ciudades norteamericanas críticas con su gobierno, ha sido artífice de la precaria paz en Gaza pero también cómplice de Israel en el conflicto, ha recortado el soporte a Ucrania, ataca y disminuye fondos para la investigación o para el desarrollo de vacunas, se posiciona en el escenario mundial frente al autoritarismo mostrando afinidades con Rusia o China, menosprecia el Congreso o a los jueces, o asalta a la libertad de prensa.
Quizás no todo esté perdido. Alineémonos, como los Nobel, con la existencia de sentido común en aquellos que no apuestan por «crear un desierto y llamarlo paz», como postulara el político y historiador romano Tácito.
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