Parece mentira, pero quién podía prever que el malvado Donald Trump iba a ser el salvador de Pedro Sánchez en su momento de mayor debilidad ... desde que llegó a la Moncloa.
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La pasada semana todo pareció tambalearse para él. La publicación del informe de la UCO sobre el secretario de Organización del PSOE supuso un golpe durísimo, hasta el punto de sobrevolar su posible dimisión. Los escándalos que habían ido saliendo hasta ahora (su mujer, su hermano, el fiscal general...) no habían dañado su imagen entre su propio electorado, porque habían conseguido convencerles de que todo eran bulos de la ultraderecha y la máquina del fango mediática. Pero lo de Santos Cerdán y, en parte también, lo de Ábalos, es muy distinto, porque constata que la corrupción ha anidado en el corazón mismo del partido. Y es que no son solo dos simples garbanzos negros; son las dos personas en las que Sánchez confió personalmente la dirección del PSOE.
La defensa del presidente pasa por sostener que él no aparece en el informe, que ha actuado con contundencia, que su gobierno tiene aún mucho por hacer y que España no puede permitirse un giro a la derecha. En definitiva, que no dimite y que cuenta con mayoría parlamentaria para seguir. Y sus socios, por mucho que se hayan rasgado las vestiduras, están exactamente en lo mismo, porque no les conviene que el gobierno caiga. Para Sumar, unas elecciones ahora serían casi un suicidio, porque sienten ya a Podemos resoplando en su nuca. Y a los nacionalistas tampoco les interesa agotar la legislatura, porque nunca han tenido un presidente del que han sacado (y pueden seguir sacando) tanto. Sánchez ha tirado también de una receta clásica de la propaganda: culpar al rival de ser mucho peores que ellos, es decir, mucho más corruptos. Pero no puede obviar una cuestión fundamental y es que su gobierno ha traspasado una línea roja que, para muchos de sus votantes, era infranqueable: el PSOE llegó con la bandera de la regeneración democrática y de la lucha contra la corrupción.
Y es aquí cuando aparece Trump. Otro de los principios básicos de la propaganda es que cuando un gobierno se ve acechado por informaciones negativas, tiene que tratar de desviar la atención de la opinión pública con otros asuntos. Y resulta que a Sánchez ni siquiera le ha hecho falta pensar qué conejo podía sacar de la chistera. El presidente de EE UU se lo ha servido en bandeja con la polémica por la contribución española a la OTAN, porque a Sánchez le ha permitido mostrar una imagen de resistencia frente al malvado Trump e insuflar algo de ánimo entre sus seguidores con su reivindicación de priorizar la inversión en derechos sociales antes que en armamento, aun cuando ello puede comprometer la imagen de España ante sus aliados. Sánchez cree haber salvado el primer round, pero el futuro judicial va a ser muy complicado y me temo que la agonía no ha hecho más que empezar.
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