Confiemos en que podamos controlar pronto los incendios que queman España. Pero hoy quiero pensar en el después, en cuando entremos en el otoño y ... el riesgo se disipe. Entonces, sería bueno que el rescoldo del debate que estamos viviendo estos días no se apagara, para evitar que nos pase lo de siempre: que la política se incendia mientras el fuego nos abrasa, pero luego todo se olvida. Y las cifras están ahí. ¿Saben cuántas veces se ha hablado de incendios en el Congreso en lo que llevamos de legislatura? Solo una vez en 128 sesiones.
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Ojalá todos los partidos se sumen al Pacto de Estado propuesto por el Gobierno, trabajando juntos para afrontar con mayores garantías el peligro de los incendios. Un Pacto de Estado en el que se tengan en cuenta los riesgos del cambio climático, porque la elevación de las temperaturas, las olas de calor y la sequía influyen de manera decisiva en que el fuego sea cada vez más probable y, lo peor de todo, cada vez más difícil de apagar.
Pero un Pacto de Estado en el que se hable también de otras cosas. Primero, de financiación. En los últimos quince años, los presupuestos destinados a extinción de incendios se han mantenido y, en general, España cuenta con medios suficientes para esta labor. El problema es que la inversión pública en prevención se ha desplomado más del 50%. Además, de los más de 10.000 agentes forestales que teníamos hace unos años, hoy solo quedan unos 6.000, es decir, un 40% menos. De nada sirve tener medios de extinción si no mejoramos la prevención, porque muchos incendios, una vez propagados, resultan prácticamente imposibles de sofocar, por muchos medios que se tengan.
Segundo, hay que hablar también de legislación. En nuestro país tenemos numerosa regulación sobre ordenación de montes y prevención de incendios, tanto nacional como autonómica. Y eso está bien. Pero, muchas veces, el problema es que todo se vuelve demasiado burocrático y lento y eso es lo que nos está pasando en la limpieza de los montes o la creación de cortafuegos. No parece razonable que después de tener tantas leyes solo el 20% de la superficie forestal española esté limpia y ordenada.
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Y tercero, hay que vincular la lucha contra los incendios al problema de la despoblación, porque no es casual que las regiones que más están sufriendo sean precisamente las más despobladas. Cuando nuestros pueblos tenían vida, los pastores actuaban como vigilantes del monte y avisaban de los incendios de manera inmediata. Incluso, eran los propios vecinos quienes actuaban rápidamente, sofocando el fuego antes de que su propagación lo convirtiera en incontrolable, como nos está pasando ahora. Además, con la desaparición de la ganadería extensiva, en muchos bosques se acumula maleza y matorral, que en verano se seca, convirtiéndose en un combustible imparable, sin que nadie haga esa labor de limpieza.
Dice el sabio refranero español que «prevenir es mejor que curar». Pues tomemos nota. En los incendios, mejor prevenir que apagar.
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