El empuje de Aliança Catalana me tiene fascinado. Este partido encarna como ningún otro la sentencia que repetía mi abuela cada vez que yo hacía ... bien algo: «Ojito, que a todo hay quien te gane». Hablo de una época en la que la autoestima de los niños no estaba bien trabajada, lo que tenía indudables ventajas para el futuro: cuando venían mal dadas uno sabía a qué atenerse. Luego llegaron los pedagogos, las páginas de psicología de las revistas y las tacitas optimistas del desayuno y acabaron metiendo cosas raras en las cabezas de los jóvenes, cosas absurdas del tipo 'si quieres puedes'; un bulo catastrófico que indefectiblemente le aboca a uno al suicidio, a la melancolía o al consumo desenfrenado de Anís del Mono. ¡Si yo hubiese podido iba a estar aquí escribiéndoles estas tonterías en lugar de jugar, aunque fuera de lateral izquierdo, en Primera División!
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Espero por su bien que la señora Puigdemont, abuela de ese señor Puigdemont que vive en Waterloo, fuese como la mía. Me empieza a dar pena este hombre. A partir de la séptima cazuela de mejillones con patatas fritas la gastronomía belga ya no da más de sí y hasta el sadomasoquismo tiene sus límites. La primera vez que uno tumba un proyecto del Gobierno al que apoya da mucho gustirrinín, pero a medida que avanza la legislatura todo eso se transforma en simple rutina administrativa e incluso Miriam Nogueras parece aburrida de sacar los cueros y el látigo. Y ahora, para colmo, aparece una chica de Ripoll y monta un partido todavía más indepe y más facha que Junts. Carles, amigo mío, rompe todas tus tacitas del desayuno y date cuenta de que nuestras abuelas tenían razón: a veces no puedes aunque quieras y a todo hay quien te gane.
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