¿Es un pañuelo?
El hiyab es un utensilio para discriminar a la mujer y esto es incompatible con el principio de igualdad, que en nuestra norma es el primero en el orden lógico
Con perdón, tiempo atrás escribí, para un selecto grupo de colegas, que la filosofía práctica se pone a prueba en el campo de juego, cuando ... decantarse por una u otra opción tiene consecuencias más allá de lo inmediato, en particular cuando afecta a otros miembros de la especie, de la humana.
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Nuestra filosofía práctica arranca probablemente con la 'Ética a Nicómaco' de Aristóteles, hace más de dos mil trescientos años. Ahora está consolidada con este nombre, filosofía práctica, tal vez por influencia de la 'Crítica de la razón práctica' de Kant (1788), y más vigente que nunca.
La filosofía occidental probablemente es la única que puede ser llamada así, filosofía. De las orientales, en general, dice Savater que no lo son porque no tienen diálogo racional entre ciudadanos... iguales, claro. Precisamente por esto hablamos de «filosofía práctica», precisamente por esto solo en la nuestra tenemos esta especialidad.
La filosofía práctica explora el actuar humano para tratar de definir alguna pauta o algún límite. Con este fin Kant intentó fijar criterio racional para la conducta y lo hizo, con el imperativo categórico, en resumen: «actúa siempre conforme a lo que tú establecerías como norma universal». Atajando un poco, este postulado viene a ser el fundamento del principio de igualdad ante la ley, ese que la Asamblea Nacional situó en el artículo primero de su Declaración de derechos del hombre y el ciudadano, en la Revolución Francesa, en 1789.
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Esto es crucial: la Revolución Francesa y el posterior despliegue de la Ilustración, movimiento intelectual fundado en la razón y el conocimiento, impregnaron la política, la legislación y, ya entonces, la sociedad en Europa. Desde entonces hasta ahora: mejor o peor realizado su desarrollo es clave en nuestro presente, más importante porque tuvo lugar en la cultura occidental, muy significativo porque no ocurrió en otras.
La civilización occidental, no hay que engañarse, es la referencia de organización política y social para un mundo desarrollado. No es eurocentrismo, es estadística; no es renta per cápita o PIB, que también, es indicador de desarrollo humano, del UNDP; pero, sobre todo, no es casualidad. Pues bien, esta forma de organizarse propiamente nuestra se basa en el principio de igualdad.
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Aunque hay algún matiz, vamos a concretar: en este contexto consiste la igualdad en que las normas han de ser las mismas para todos los ciudadanos afectados por ellas; en que está prohibido imponer obligaciones o restricciones discriminando a las personas por condiciones subjetivas como el nacimiento, la raza, la religión o el sexo, por ejemplo; en que a uno no se lo juzga por quien es, sino por lo que ha hecho...
En el orden lógico, después de la igualdad ante la ley y la dignidad de la persona, correlato de la anterior, vienen los demás derechos, que están subordinados: no hay libertad de expresión sin igualdad, no hay presunción de inocencia sin igualdad, no hay propiedad privada sin igualdad..., no hay libertad religiosa sin igualdad.
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A este respecto asistimos por los tiempos a un episodio de cierta agitación. En el IES Sagasta de Logroño ha comenzado a aplicarse una norma interna sobre vestimenta de los alumnos que, en la práctica, impide a las estudiantes acudir a clase con velo islámico, hiyab. Realmente la prohibición afecta a todos, pero las únicas que parecen padecerlo son ellas. El asunto se ha plagado de soflamas y sofismas: unos naturalmente ingenuos, otros vergonzantemente intencionados, algunos difíciles de creer, presupuesta la formación académica de sus autores. Está enquistándose y muy inflamado... artificialmente: hasta se ha citado jurisprudencia del Supremo, bastante a la ligera.
Por eso conviene ser claro: todas las fuentes apuntan a que el hiyab no es símbolo religioso, sino instrumento de una moral de fundamentación teológica para señalar y recordar a la mujer que constituye un peligro para sí misma y para el hombre, al que está subordinada. Tal vez hoy no sea vivido en estos términos por todas las usuarias, pero esos son, según las fuentes, su origen y significado. No sería un pañuelo como el que usaba mi abuela en la cocina, no tendría carácter trascendente.
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Y si el hiyab no es un simple pañuelo, entonces es un utensilio para discriminar a la mujer. Y esto, sin matices, es incompatible con el principio de igualdad, que en nuestra norma es el primero en el orden lógico y tiene carácter axial. Ni todas las ideas ni todas las culturas son aceptables. De serlo las habríamos hecho nuestras.
En Europa occidental este camino ya lo hemos recorrido, doscientos y pico años, con más o menos dolor, con una distribución de la carga más o menos adecuada, con margen de mejora... sin duda. No sé sinceramente cuánto podemos progresar como civilización, pero es seguro que asumir esto, si es discriminación de la mujer, sería retroceso, ignorarlo inaceptable, justificarlo indecente.
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No estoy muy seguro, tal vez me arrepienta de escribir esta tribuna.
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