La cumbre del clima que se celebra en la ciudad brasileña de Belém se debate entre la frustración de comprobar cómo los gases de efecto ... invernadero crecen sin parar y la esperanza depositada en las energías renovables, la electrificación y la lucha contra el negacionismo para contener su avance. El último informe sobre emisiones confirma que la polución por la combustión fósil sigue al alza y deja en papel mojado los acuerdos de París, de los que se cumplirán diez años en diciembre. El umbral marcado para que el calentamiento global no aumente por encima de 1,5 grados se antoja imposible y las autoridades presentes en Brasil asumen ya la cifra de 2 grados –una previsión que podría superarse a finales de siglo, con los negativos efectos que tendría para el medio ambiente–. En este contexto, el cónclave busca un compromiso para acelerar la transición energética y forzar a los países más contaminantes a desengancharse del petróleo, el gas y el carbón. A la vez, se negocia una financiación suficiente que facilite el cambio de energías a las naciones más pobres, precisamente, prósperas en recursos naturales como el sol y el viento.
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La traba principal es que Estados Unidos, China, India y Rusia, responsables del 40% de las emisiones, se han puesto de perfil y sus líderes se quedaron en casa. Aun así, la descarbonización avanza y sitúa a la energía solar en condiciones de superar a los combustibles 'sucios' a corto plazo. El problema es que no da a basto con la demanda energética, muy dependiente aún del petróleo. No sería la primera vez que la COP sale adelante contra viento y marea. Lo hizo en 2023 en Dubai, con una presidencia en manos de la principal petrolera de Emiratos Árabes. Y lo volvió a hacer el año pasado en Azerbayán, cuyos dirigentes convivían con el petróleo y el gas como «regalos de Dios». Brasil no se libra de las presiones después de que el Gobierno de Lula haya dado el visto bueno a prospecciones petrolíferas en el delta amazónico.
La capacidad destructiva del cambio climático es un hecho. Las muertes por calor han aumentado un 23% desde los noventa en el mundo, que ha encadenado los tres últimos años como los más cálidos. En España, esta trágica estadística se traduce en 5.800 fallecimientos anuales y una sucesión de catástrofes, desde la dana de Valencia a los incendios imparables del verano, cuyas cenizas arrastradas por las lluvias causan ahora una 'marea negra' en los ríos. Desastres que deben ser un acicate más para revertir la crisis.
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