Un tupper de callos
Cartas al director ·
eduardo rojas rodrígues
Domingo, 29 de agosto 2021, 02:00
A mediodía del lunes recibí una llamada de mi madre anunciándome que había hecho una buena cazuela de callos y que me invitaba a una ... ración si iba a su domicilio a recogerlos. Ante tan grata noticia, a las siete de la tarde salí presto a recoger la pitanza desde mi domicilio sito en los primeros números de la calle Huesca, con mi bici y una mochila, en dirección a la casa de mi madre en los últimos números de Avenida de la Paz. Realicé el trayecto por Vara de Rey y la 'Muy Denostada Calle Abierta' de Duquesa de la Victoria. Llegué a mi destino, candé la bici a un árbol (ya sé que no debo hacerlo), cogí mi tupper y regresé por las mismas calles. Descontando el rato que estuve en mi antigua casa, me costó unos diecinueve minutos.
El martes me tocaba devolver el recipiente, así que exactamente a la misma hora, las siete, salí de mi domicilio, fui al garaje, saqué mi furgoneta y conduje por Vara de Rey, Avenida de la Paz y alguna calle más, hasta que encontré un lugar donde aparcar en la calle Padre Marín, cerca de la casa de mi madre. Después de estar un rato alabando con justicia el manjar ante su autora, regresé por el mismo camino y estacioné la furgoneta en mi garaje. El tiempo empleado en esta ocasión, descontando la estancia en la casa materna e incluyendo lo necesitado para aparcar el vehículo, sumó veintiocho minutos. Otra manera de realizar este trayecto urbano es caminando. Dependiendo del paso, suele llevar unos cincuenta minutos. Ese paseo lo he cronometrado en muchas ocasiones anteriores.
En mi humilde opinión, en la comparativa de las maneras de movilidad urbana gana claramente la opción ciclista. No solo ha sido más rápido y placentero, sino que no he gastado ni un duro y también he movido un poco las piernas y el corazón.
Pero voy a ponerme también en la piel de otra persona. Voy a plantearlo incluso desde el punto de vista de la gente que no es muy partidaria de la bicicleta. ¿Prefieren que haya otro vehículo ocupando los carriles y compitiendo por las plazas de aparcamiento a una bici? ¿Les proporciona alguna ventaja que circule yo emitiendo gases de combustión y ruidos innecesarios a que me desplace pedaleando? Sinceramente, creo que incluso por su propio interés, los más acérrimos defensores del coche privado deberían hacer todo lo posible por favorecer que, gente como yo, usemos a diario la bicicleta siempre que nos sea posible.
Quizás no sea muy edificante que a mis cincuenta y dos añazos siga tirando de tuppers maternos. Pero aun así, me despido invitando a todos los logroñeses a que se atrevan a replicar este experimento, con callos o con cualquier otra cosa. Podemos hacer entre todos un buen recetario de trayectos que hagan de Logroño una ciudad aún más apetecible.
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