El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. EFE

El 'bienio negro'

Entre líneas ·

El bloqueo político que se deriva de una polarización extrema entre Sánchez y Feijóo sólo beneficia a la larga a la extrema derecha

Alberto Surio

San Sebastián

Domingo, 3 de agosto 2025, 00:04

El 'bienio negro' del que hablaba esta semanas Alberto Núñez Feijóo resumía la apuesta del presidente del PP por sentenciar al Gobierno de Pedro Sánchez ... como un Ejecutivo al que «le sobra la legislatura» y que debería presentar ya su inmediata dimisión para no alargar innecesariamente la agonía del gabinete de coalición PSOE-Sumar. El último 'bienio negro' en la historia de España se produjo con el gobierno de coalición de las derechas en la Segunda República entre 1934 y 1936, antes de las elecciones que dieron el triunfo a las izquierdas coaligadas en el Frente Popular. La izquierda denunció el giro reaccionario tras la llegada al poder del Partido Radical de Alejandro Lerroux y la CEDA de José María Gil-Robles. El escenario se tensó gravemente, como lo refleja la intentona revolucionaria frustrada de octubre de 1934 tras la llegada de los ministros cedistas.

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La alusión del líder del PP al 'bienio negro' evoca un tiempo en el que se radicalizó la retórica hasta el extremo para ser un peligroso artefacto, no ya de mera agitación ideológica, sino de demonización del adversario. Las palabras se convirtieron en puños de agresión. La República, como saludable experiencia de renovación política y de reformismo, empezaba a agrietarse.

Paradójicamente, una parte de la derecha española de hoy ha construido una narrativa sobre la supuesta radicalización totalitaria del Gobierno de Sánchez. Según este relato, se ve detrás del poder la mano negra de la extrema izquierda, que intenta implantar un modelo plurinacional y suprimir los derechos y libertades de la Constitución de 1978, la misma que reconoce que España está integrada por nacionalidades y regiones.

El otoño volverá de nuevo a cargar la espiral de odio que atrapa desde hace años la política de animadversión que impera en España. Sánchez y Feijóo afrontan las vacaciones de verano bajo la presión de diferentes frentes. El caso Cerdán, con sus conexiones con Koldo y con Ábalos, extiende sus tentáculos y puede ser una bomba de relojería de efectos retardados. El caso Montoro no se queda a la zaga. Los escándalos de corrupción a flor de piel arrojarán previsiblemente revelaciones que van a enconar la feroz lucha de poder que libran PSOE y PP. Este encarnizado combate está erosionando el sistema, en medio de un alarmante desapego hacia las instituciones y en un mar de incertidumbre internacional.

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El peligro de un empate infinito en la polarización política entre el PSOE y el PP arroja un horizonte de desafección profunda hacia el sistema democrático que solo beneficia a la extrema derecha que ha conseguido conectar aparentemente con un sentimiento de descontento social, sobre todo entre las nuevas generaciones. Lo preocupante no es tanto que esta deriva sea la expresión del pluralismo político y de radicalización trumpista. Ese no es el problema. La cuestión es que toda esta corriente reaccionaria sobre la que descansa la vuelta de la extrema derecha conecta con un sentimiento de exculpación de la dictadura de Franco y de negación de los derechos y libertades consagrados en la Constitución de 1978. Es decir, se basa en la exclusión del 'contrario', esa constante que ha estado tan presente en la vida de nuestros antepasados y que hizo que el poeta se preguntase con angustia: «¿quién puso el desasosiego en nuestras entrañas?».

A Pedro Sánchez, sin Presupuestos del Estado y con problemas abiertos en canal, se le a hacer muy complicado el ejercicio de resistencia hasta 2027. Pero también a Feijóo no va a resultar nada fácil mantener este discurso frontal e hiperventilado de permanente confrontación. La estrategia del choque tiene también sus propias limitaciones, sobre todo cuando muestra a Vox al galope a la vuelta de la esquina. La ultraderecha se ha convertido en un movimiento que no solo puede fagocitar a una parte sensible de la derecha tradicional sino condicionar toda la agenda política, también la de la socialdemocracia de toda la vida. O toman nota este verano o la factura puede sorprender llegado el momento y ser muy cara.

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