Un gigante de la innovación
Blas Osaba, premio a la mejor trayectoria en el mundo digital de La Rioja. El patriarca de la emblemática empresa riojana repasa su fecunda vida dedicada a la tecnología
Belén Martínez-Zaporta
Martes, 23 de febrero 2016, 11:34
Surgió en el corazón de Logroño y forma parte de la memoria y el presente de los logroñeses. La primera semilla de lo que hoy conocemos como Grupo Osaba nació en la calle San Juan, se trasladó a San Agustín y se convirtió en 1963 en el primer negocio de este conjunto de 8 empresas, con la apertura de la tienda del número 19 de Portales. Lo explica Blas Osaba, distinguido con el galardón a la trayectoria en el mundo digital en los Premios Web 2015. En la suya ha habido «mucho trabajo», nunca se ha dejado espacio al miedo al cambio, sino que se ha dado un lugar a su antítesis: «Hemos ido siempre adelantándonos en el tiempo, siempre». «En Portales vendíamos electrónica, planchas a vapor pasando por los macarrones para que las niñas hicieran pulseras, los primeros frigoríficos de hielo, aquellos farolillos sevillanos y los primeros televisores, los Marconi», explica sonriendo.
Se acuerda entonces de la sorpresa que causaban todos aquellos aparatos. «Parábamos el tráfico de la calle, porque la gente se quedaba a mirarlos. La Policía nos pedía entonces que por favor apagáramos las teles, que no pasáramos unas proyecciones que poníamos en los escaparates, porque no había manera de circular». Admite que siempre le gustó impactar a los clientes, traer novedades... No pude ocultar que disfrutaba con aquello. «¡Era un espectáculo!», describe. «Fue una etapa larguísima, en la que hacíamos cosas de distinta índole. Entregas con furgoneta 600 en los pueblos -muchas veces te dejaba tirado el coche- o en moto, es que había que vivirlo. Teníamos empleados que hacían instalaciones eléctricas e incluso recuerda un momento de la historia de Diario LA RIOJA, cuando se trajo la rotativa por piezas de Chicago. «De poco no llega -se ríe- había que montarla y fuimos a ayudar a hacerlo», relata. «No fue nada fácil».
Cambios y sacrificios
«En aquella época me sorprendía cómo algunos comercios de mi alrededor cerraban a las siete y media de la tarde. Nosotros dejábamos a nuestras novias en casa y nos volvíamos a la tienda a seguir trabajando».
Los esfuerzos dieron resultado. El volumen de trabajo, aquellos nuevos productos con los que conquistar a los clientes necesitaban más espacio. Además, la adorada Portales, en la que eran compañeros de calle La Casa Azul, La Violeta, La Ideal... «Ya veíamos que la calle se estaba parando», recuerda. Así que el que fue el primer presidente de la Asociación del Casco Antiguo, diseñador de su logo, se vio en la obligación de irse.
A partir de los 80, Osaba tuvo nueva ubicación, San Antón 6. «Ese fue un paso muy grande, un éxito», apunta. «Los tiempos iban cambiando, llegó el momento en que las novedades en tecnología ya no eran de vez en cuando, sino continuas». «La verdad es que todos hemos sacrificado cosas, tampoco nos ha importado. Mis hijos venían del colegio y hacían entregas, echaban una mano. Aquí no había días de fiesta. Hasta en las vacaciones escolares ellos venían a trabajar», comenta. «Dejábamos la mochila y a ayudar», confirman Juan Antonio y Blas, hijo. «Ellos y mi mujer han sido pilares básicos, he tenido esa suerte». Blas no puede ocultar el orgullo: «Mi mujer se involucró totalmente en el negocio en aquella la época de decadencia española, ya había vivido Osaba desde que éramos novios cuando ella tenía 15 años».
«La única vez que fuimos todos juntos de vacaciones fue a Ibiza», recuerda. «Entonces sabíamos que tendríamos que ir separando los negocios», fue otro punto de inflexión.
«¿Qué consejos les he dado a mis hijos? Ser siempre naturales, sobre el trato con la plantilla, con los bancos...». Y coinciden en algo básico: «La gente que trabaja y ha trabajado para nosotros ha sido maravillosa. Nuestro mejor activo son nuestros trabajadores», comentan Juan Antonio y Blas. «Nuestros padres siempre nos han animado a apasionarnos por lo que hacemos, a movernos, a tener ilusión... De ahí que fuéramos por caminos diversos». Llegó la hora del relevo generacional, aunque su padre «sigue al pie del cañón». «Tenemos en el ADN el ser innovadores», recalcan. «Trabajamos con tecnología, se puede innovar tanto en la parte de las empresas, como en un negocio en el centro de Logroño. Nos hemos reinventado y a veces rectificado, pero siempre lo hemos intentado». Es la lección aprendida de su padre.