Gerardo Sáenz de Cabezón posa, resignado e impotente, ante la pared pintada de su tienda en la calle Villamediana de Logroño. Miguel Peche

«En el barrio ya se han generalizado» las pintadas en las fachadas

El comerciante logroñés Gerardo Sáenz de Cabezón protesta porque los grafitis en los negocios «dañan la imagen de una empresa»

Diego Marín A.

Logroño

Miércoles, 8 de octubre 2025, 17:29

En la madrugada del pasado 2 de octubre una pared del comercio de materiales para bodega de Gerardo Sáenz de Cabezón, en el número 37 ... de la calle Villamediana de Logroño, fue vandalizada con una pintada. No es el primer desperfecto que sufre este negocio, al que ya le pintaron las verjas y que mantenía las pareces blancas hasta hace una semana. Visto el estado de la céntrica vía pública, repleta de grafitis, parecía una inevitable cuestión de tiempo que una pared limpia acabase sucia.

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«Vine a abrir el negocio a las 9.00 horas y me encontré con esta maravillosa pintada», ironiza Gerardo Sáenz de Cabezón, más resignado que molesto ante un problema que no es nuevo. «No es la primera, hace muchos años nos pintaron las verjas, las limpiamos y nos las volvieron a pintar, así que decidimos dejarlas así. En el barrio ya se ha generalizado», señala. Él se había marchado de la tienda pasadas las 22.00 horas en la jornada anterior y un vecino que fue a Urgencias de madrugada le informó de que a las 5.00 horas ya tenía el grafiti.

Este es un comercio histórico de la ciudad, una empresa familiar originada en 1942 con un laboratorio en Duquesa de la Victoria y que se trasladó a la calle Villamediana en 1979. Son ya 83 años de empresa familiar y tres generaciones. Ahora Gerardo ha dado su consentimiento al Ayuntamiento de Logroño para que limpie la pared, aunque cree que no servirá de mucho. «Pienso que quien haya sido, en cuanto vea que lo hemos limpiado, volverá a pintarla», vaticina. El primer problema que sufren los comerciantes ante las pintadas es estético. «Esto daña la imagen de una empresa. No es lo mismo ver una pared blanca o, en mi caso, que me dedico a la enología, un racimo de uvas, que la firma de una persona», expone Sáenz de Cabezón.

Murales para evitarlo

Otro tema podría ser el económico, ya que, aunque el Consistorio se puede hacer cargo de la limpieza, puede no quedar como estaba originalmente. «¿Qué clase de sociedad tenemos que se dedican a pintar y destrozar inmuebles ajenos?», se pregunta el comerciante. Si bien también aporta algo de humor y reconoce: «Si me hubiera pintado una barrica o un racimo de uvas igual hasta se lo hubiera agradecido, pero no ha sido el caso, ha puesto su nombre y se habrá ido a su casa relajado a dormir».

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Algunos negocios, en la misma calle, para evitar los grafitis se adelantan y contratan a muralistas que les decoran la fachada con dibujos alusivos a su sector, algo que no convence a Sáenz de Cabezón: «Es lo que podría hacer yo pero no tengo que pagar a alguien para que pinte mi pared porque hay quien decide no respetarla. Podría hacerlo por imagen pero no para evitar que venga otro a pintarla».

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