Réquiem por las que se fueron
Belén Martínez-Zaporta
Viernes, 9 de diciembre 2016, 19:47
El comercio de una ciudad habla de quienes la habitan. Siempre lo he creído por lo que cuando visito un nuevo lugar me gusta recorrer sus escaparates. Puedes conocer sus gustos, su cultura y su atrevimiento por la forma de seguir las tendencias. Conforme van pasando los años, observo cómo esto va cambiando. La ocupación de las grandes marcas en numerosos locales de las ciudades hace que cada vez me resulten más impersonales, casi idénticas, lo que me obliga a adentrarme en sus cascos antiguos para no encontrarme en la misma calle en Madrid, que en Bilbao, en Oviedo que en San Sebastián. A veces quiero cerrar los ojos para evitar que esa imagen se me represente en Logroño. En los últimos diez años, tiempos de crisis, es una lucha difícil, pero no perdida gracias a comercios que levantan emprendedores como ocurre en La Dama Verde (antes Lis), Petit Paris (antes perfumería y ahora moda), Elisa y Alfredo que se quedaron con Casa Mazo, Mary Costura, EME...
Ellos calman la sensación que me produce el cierre de un comercio histórico, que borra una parte nuestra memoria, de los recuerdos, de cuando nos llevaban a comprar algo a la tienda que acaba de bajar la persiana. Lo sentí así cuando cerraron perfumerías como Gonsi, en la que tantas veces me recordaban Elena, Aurori o Isabel lo quieta que estaba cuando acompañaba a mi madre y comentaban que todavía no llegaba al mostrador. Lo reviví cuando tuvimos que olvidar el maravilloso olor que te inundaba en Gran Vía al pasar por uno de los locales de Marselect. Lo recordé de nuevo cuando un día dejé de ver los últimos modelos de Rima -como aquellos 'pantalones fuseau'- que Ángel Ribé llevó a sus escaparates en la esquina de Gallarza con Laurel.
Nosotros hacemos el comercio, nuestras costumbres lo definen, las tiendas transforman la ciudad, pero los cambios en los núcleos urbanos tienen un impacto indiscutible y tan directo sobre sus comercios que da miedo. Hemos podido comprobarlo en el Paseo de las Cien Tiendas. Se fue Maristas y con él lo hicieron los niños, los padres y las rutinas. Asistimos entonces a un cierre tras otro o al traslado de los negocios. Éste fue el caso de La Oca, que finalmente desapareció hace unos meses de su ubicación en República Argentina. Este fenómeno en la zona parece haberse frenado, quizá la gente necesitó tiempo para acostumbrarse a ir a comprar y no a comprar por estar de paso. Nuevas tiendas se instalaron -como Tatai, antes en la calle Lardero- otras actualizaron su imagen , como la ya más que conocida 20 Ans, pero las Cien Tiendas sigue pidiendo una renovación.
Mientras tanto, las jubilaciones -a falta del relevo generacional- se llevaron por delante los 76 años de Don Hilarión -tienda en la que la esposa del dueño, José Arrieta, sabía con un solo repaso de sus enormes ojos verdes qué talla era la que el cliente necesitaba-.
La canción en el Casco Antiguo no suena tan diferente. Así se han marchado los más de 60 años de La Violeta o los más de 50 de Menvi. Hemos visto como los majestuosos vestidos de Tena, moda de alta costura decían en Logroño, se han esfumado para llenar su espacio con golosinas, como la Casa del Café dejó de servirlo después de 83 años o como los bolsos de González, en la Plaza del Mercado, pasaron a mejor vida.
Nuestros hábitos influyen en la vida del comercio. Fenómenos como la llegada de las grandes superficies o las compras en Internet no lo han beneficiado. Son retos que superar, hay que adaptarse, pero no está demás prestarle atención al sector para evitar otro réquiem.