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El Espolón, con el kiosko de música y las estatuas.

Pérdidas del pasado

Fernández Pardo sitúa en el año 1861 el inicio de la «hecatombe» que marca la destrucción del Logroño antiguo

Belén Martínez-Zaporta

Lunes, 11 de enero 2016, 17:37

Una fecha marca el antes y el después de Logroño: 1861. Para el investigador logroñés y miembro de la Real Academia Catalana de Bellas Artes de San Jordi, Francisco Fernández Pardo, aquel año sucedió «la hecatombe». Fernández Pardo, que este lunes imparte una conferencia en el Círculo Logroñés, se refiere al inicio de la pérdida de edificios históricos en la capital riojana, de la que habla en uno de sus libros, 'Dispersión y destrucción del patrimonio artístico español'.

En 1861, el Ayuntamiento solicitó al Gobierno permiso para el derribo definitivo de la muralla de Logroño para iniciar el ensanche de la ciudad. En su opinión, «la destrucción de las murallas tal y como sucedió fue terrible». Haberlas mantenido hubiera servido para distinguir lo histórico de lo nuevo: «En Logroño se ha tratado de elevar la nueva ciudad sobre la antigua; eso ha sido machacarla sin consideración». Además, dos años después de comenzar esta destrucción, se construye otro 'anillo', esta vez de acero, con la llegada del ferrocarril. Una obra que asfixiaba de nuevo a Logroño, con la diferencia de que el trazado del tren no conlleva la función de «proteger la ciudad monumental».

  • Quién. Francisco Fernández Pardo, investigador logroñés y miembro de la Academia de Bellas Artes de Sant Jordi.

  • Dónde. En el Círculo Logroñés, hoy a las 20 horas.

  • Título.

  • 'Visión comentada del Logroño desaparecido'.

En el camino de los siglos XIX y XX, los logroñeses han perdido «el extraordinario edificio del Convento de los Carmelitas Descalzos, el edificio de San Francisco, las casas blasonadas de la calle Mayor y Ruavieja, también los escudos de aquellas familias, el Convento de Valbuena, la Casa de la Inquisición, el edificio del Banco de España... incluso cambió las obras de Portales». El investigador defiende que los portales «tenían que llegar hasta el Muro del Carmen, hasta los Carmelitas, pero la autoridad prohibió construir más allá mientras estuvieran los carlistas».

Por otra parte, Vara de Rey sufrió la liquidación de lo que el escritor llama «la arquitectura acristalada». No quedan vestigios de los chalés de los Jiménez, los Quemada -enfrente del comercio de La Barata-, aunque sí se mantuvieron los palacetes del Espolón. «Se ignoró la calidad de aquellas construcciones, las casas acristaladas se han perdido, como ocurrió con el Teatro Moderno y su galería, un error». A colación de éste último, añade que Logroño no ha sabido conservar sus espacios lúdicos como los Cines Olimpia o el Beti Jai (donde luego se situó el cine Diana).

Sobre la plaza de El Espolón, que comenzó a configurarse en 1757 fuera de las murallas, la historia ha sido causa directa en su actual aspecto. El Espolón vio marcharse de su lado al antiguo Seminario, en Muro de la Mata y demolido en 1934. Un acontecimiento que se vivió como una fiesta. Con la llegada de la II República, dejaron el entonces conocido como 'Paseo de los Reyes', las seis estatuas que le daban nombre. El kiosko de la música se esfumó en 1953 no sin producir cierto disgusto entre la población, según los cronistas.

Entre las decisiones que cambiaron Logroño, el académico no olvida los cambios de los nombres de las calles en tiempos de Franco o la generosidad extraordinaria a la hora de ceder terrenos a los religiosos, que luego se han vendido. Teme ahora por la conservación de Maristas, el Seminario, el edificio de los Chapiteles y señala como lo más amenazado 'la aguja de Palacio'.

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