El último cabrero del Alto Najerilla
El ganadero de Viniegra de Abajo Mario López Abad vende el único rebaño de cabras que quedaba en las Siete Villas, harto de los ataques de lobos y perros que han convertido su sueño en pesadilla
El último cabrero del Alto Najerilla ha vendido su rebaño. Los animales fueron trasladados ayer de Viniegra de Abajo a Soria por otro ganadero que los ha adquirido. Mario López Abad se despidió emocionado, como el protagonista del cuento '¡Adiós, Cordera!' de Clarín, de Tormenta, Alazana, Chula, Mora, Margarita, Blanca, Gacela, Lulú… sus cabras, custodiadas por los mastines Rocky, Oso, Virginia y Yema.
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El sueño de Mario era ser cabrero porque desciende de ganaderos de Las Viniegras. Un problema de artrosis en las muñecas empieza a limitarle en su oficio de albañil, por eso hace un año, además de una veintena de yeguas, llegó a contar con más de 150 cabras, la mayoría serranas. Pero los ataques de los lobos, y también de algunos perros, han provocado que su sueño se convierta en pesadilla, tire la toalla y se deshaga del rebaño. «Aunque yo el dinero lo gano en la construcción, metía más horas con las cabras y no me da para mantenerlas», explica Mario. Nacido en Viniegra de Abajo hace 44 años, marchó a Logroño a estudiar con 16 y volvió al pueblo con la ilusión de dedicarse al pastoreo de cabras. Tal vez una expectativa demasiado bucólica.
«Era mi devoción, lo que me gustaba, me dan alegría. No me gustan las ovejas porque son como modorras y las cabras son limpias», describe Mario, quien considera el ganado ovino como la gente de ciudad, borregos, y parece sentirse identificado con el independiente y bravo rebaño caprino. Felipe, uno de sus machos, se le acerca, le reclama alimento y caricias, e incluso le muerde un dedo, como un perro.
La Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos ha comunicado a la Dirección General de Medio Natural y Paisaje «la situación límite y angustiosa» de este ganadero de las Siete Villas, afectado por el lobo, que le ha causó cinco ataques en apenas doce días de junio, con dos cabras muertas, tres heridas y diez desaparecidas, de forma que solicita «tomar alguna acción que alivie la presión». Mario expone que ya sabía a lo que se enfrentaba: «Esto son 365 días al año y, si caes de baja, con esto no se queda cualquiera, así que, con los problemas, como estoy solo, no quiero seguir».
«Las voy a echar de menos porque me han dado la vida. Yo vivía por mis cabras. No voy a pegar ojo esta noche. Me voy a morir»
Mario López Abad
Ganadero
Parte de la cuestión está motivaba por el lobo, sobre todo porque hay pérdidas, las de los animales desaparecidos, que, si no se certifican como ataque el depredador, no dan derecho a cobrar la ayuda correspondiente. Otra parte son los mastines de otros ganaderos. «Los perros de ovejas no se llevan bien con las cabras y al contrario igual, aunque los míos no tienen problema. Pero los ganaderos de mi alrededor, como no tienen cabras, tienen algún perro que se dedica a matarlas y, si no ponen remedio, para mí es imposible porque cada día me faltan tres animales», explica apesadumbrado Mario.
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Ahora quiere regresar a la ciudad después de 18 años residiendo en Viniegra de Abajo, aunque admite que puede que no se adapte y deba volver. Como el suyo era el único rebaño en extensivo de cabras de las Siete Villas (solo la Escuela de Pastores de Brieva cuenta con cinco chivos), Mario López apunta el peligro que supone la desaparición de la especie para los montes porque son las desbrozadoras más efectivas, comen brezo, espino, bellotas... «Tendría que haber más cabras. Si un día en agosto hay un incendio en este valle va a ser un problema», apunta.
«Esto son 365 días al año y, si caes de baja, con esto no se queda cualquiera, así que, con los problemas, como estoy solo, no quiero seguir»
Mario López Abad
Ganadero
Asegura Mario que, cuando le cuenta su problema a la gente de la zona, todos terminan llorando. «Es un oficio que se marcha del pueblo», subraya. «Las voy a echar de menos porque me han dado la vida. Yo vivía por mis cabras. Siempre me han gustado los animales. No voy a pegar ojo esta noche. Me voy a morir», confiesa entre lágrimas. Adiós, cabras.
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