Uno de cada tres titulados en FP consigue trabajo en La Rioja en menos de 90 días

En total, de los 2.296 jóvenes que culminaron su enseñanza, fueron 722 los que consiguieron un empleo hasta tres meses antes de terminar su formación, cifra que supone que las entidades riojanas contrataron a diez personas más en comparación con el año anterior.

Desglosado por familias profesionales, el grado superior de Administración y Finanzas es el que registra el mayor índice de empleabilidad, con 54 estudiantes afiliados en menos de 90 días. Le sigue el grado medio de Cuidados Auxiliares de Enfermería, con el que consiguieron un trabajo 39 estudiantes en alguna entidad riojana hasta tres meses antes de acabar su formación; o Atención a Personas en Situación de Dependencia, con 35 alumnos contratados en menos de 90 días.

Otras especialidades que registraron una alta inserción laboral son el grado superior de Integración Social, con 32 estudiantes que consiguieron un empleo en menos de 90 días; o el grado medio de Gestión Administrativa, con 30 alumnos contratados en empresas de la región. De ahí que la Formación Profesional, en cualquiera de los ciclos formativos que se ofertan en la comunidad, se erija como una opción cada vez más atractiva por su alta cualificación.

En cualquier caso, como resalta el director general de Formación Profesional, Daniel Marín, «los porcentajes siguen siendo muy interesantes y muestran el atractivo que tiene ahora mismo para las empresas incorporar personal que tienen estos estudios de Formación Profesional, con esos grados intermedios, que ahora demandan en mayor medida que los universitarios y, por supuesto, que las personas en formación».

La demanda actual del mercado laboral, como expone el director general, «nos está dando señales de la dificultad que tienen las empresas desde hace muchos años de contratar a las personas que necesitan». Una situación que, sin embargo, se revierte «con las contrataciones de personal que estudian ciclos de Formación Profesional, lo que no significa que no se necesite a graduados universitarios, pero ahora mismo se requiere a un porcentaje mayor de titulados en ciclos formativos de FP», expone Marín.

De ahí que estos estudios se conviertan en una oportunidad de éxito para los jóvenes. «Les proporciona una salida, un enfoque de poder emanciparse de la casa de sus padres o de establecer el tipo de vida que ellos pretenden llevar a cabo con más facilidad y de manera más directa que en otras titulaciones universitarias», destaca Marín. Sobre todo, porque «la gran mayoría de los alumnos que finalizan los ciclos de FP trabajan en lo que han estudiado, mientras que los estudios universitarios dan salidas muy variables». Por todo ello, resalta Marín, la Formación Profesional «va mucho más dirigida a que el alumnado acabe trabajando en lo que ha estudiado».

A pesar de ello, no obstante, todavía quedan estigmas y prejuicios que desmontar acerca de esta formación. «Se ha mejorado y se ha avanzado mucho en el camino para dignificar estos estudios, pero todavía hay un estigma que, a veces, es familiar», reconoce Marín mientras apunta que «cuando un hijo decide cursar estos estudios y tiene un buen expediente en la ESO, suena extraño». «Da la sensación de que la Formación Profesional tiene que dirigirse a aquellos alumnos que no sacan buenas calificaciones en la ESO o para quienes afrontar un Bachillerato puede resultar un problema, pero todo lo contrario, porque no son unos estudios de segundo nivel. Nosotros, además, queremos llenar nuestras aulas con quienes tengan buenas calificaciones».

El problema, no obstante, es que dentro de la FP también se produce una brecha de género. «Hay ramas formativas, como son las familias estéticas, donde predominan las mujeres; y otras, como las industriales, donde la polarización se da hacia los hombres», afirma mientras asegura que «estamos trabajando para que el alumnado, independiente de si es hombre o mujer, elija aquello que le interese, pero tratando de apartar ese sesgo de género».

El objetivo, en cualquier caso, es «equilibrar el sistema entre la oferta formativa y la demanda del mercado laboral a través de la prospección adecuada de las necesidades que tienen las empresas y asegurarnos de que poco a poco, y dando pasos firmes y bien pensados, podamos dar respuesta a esas necesidades», concluye.