Mónica Ferrero
La fórmula para mantenerse es «innovar y estar a pie de calle», asegura tras 27 años al frente de su propio negocio
Mónica Ferrero siguió la tradición familiar. Sus padres tenían un comercio de ropa en Logroño y ella, con los años, decidió montar el suyo propio. ... Al principio, de moda de mujer. Eso fue en 1998 y en 2013 dio un giro y se dedicó en exclusiva a la ropita de bebé en 'Amorosos'. En nada cumplirá 30 años como autónoma, un trabajo que no sólo le permite sobrevivir a las grandes cadenas, dice, sino afortunadamente «vivir» haciendo lo que le gusta: «estar a pie de calle, cerca de la gente, socializar, asesorar, ofrecer calidad frente a cantidad e innovar». Una fórmula con la que se emplea a diario y que en su caso funciona pese a las trabas, sobre todo fiscales, que se ha encontrado en el camino.
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No es fácil mantenerse porque «los impuestos cada día suben más, hay que hacer grandes inversiones en género, la Seguridad Social también sube, la luz... No sólo es sumar y sumar, también hay que restar mucho cada día», apunta.
Toda ayuda es bien recibida, Las de la ADER «están bien, claro. Están clasificadas, para agricultores comercio... pero al final parte de lo que te dan en ayuda Hacienda te lo quita». En su caso, cuenta que en sus 27 años trabajando por cuenta propia ha tenido acceso a dos ayudas. «Para que te hagas una idea –dice a esta cronista– en la última que me dieron, Hacienda se ha llevado prácticamente la mitad». Al final, «es como un caramelo, te lo dejo chupar un ratito y luego te lo quito, además, son ayudas que económicamente tampoco te solucionan mucho».
Mónica Ferrero recuerda que durante la pandemia del covid, en la época más restrictiva, es decir, en los primeros meses de 2020, una vez que se decretó el primer estado de alarma, «daba la sensación de que sólo existía la hostelería, los demás parece que no sufríamos cuando resulta que teníamos el género recién traído de temporada sin sacar de las cajas y la tienda cerrada». En su caso cuenta que estuvo «57 días sin salir de casa y con la puerta cerrada».
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Aunque el comercio local no pasa por sus mejores momentos y los dueños de los pequeños establecimientos de la región tienen que competir a diario con las grandes firmas, Ferrero confía en que la gente siga valorando la tienda a pie de calle. «¿Qué sería una ciudad sin comercio?», cuestiona. Una pregunta con gran trasfondo sobre todo por la acusada tendencia de las nuevas generaciones que, por lo general, han desplazado el establecimiento de barrio por la compra en un clic.
La receta para seguir siendo atractivo, para no quedarse atrás, es innovar. «Hay que hacer que la gente siga teniendo ganas de venir a tu tienda».En su caso, parece haberlo logrado porque clientas que tenía cuando vendía exclusivamente moda de mujer, luego fueron madres o abuelas y han comprado ropa de bebé. «Espero poder seguir así mucho tiempo».
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