Una muerte anunciada que nadie creyó: «Si no eres mía, no serás de nadie»
Marin Stan mató a puñaladas a su exmujer, Tanta, y lo hizo a traición, mientras ella trabajaba en el bar que regentaba, y luego el agresor se clavó el mismo cuchillo en el corazón
El 28 de julio de 2008, la portada de este diario se hacía eco de la victoria de Carlos Sastre en el Tour de Francia. ... La imagen del flamante ciclista luciendo el maillot amarillo compartía página con las intenciones de ETA. El entonces senador del PP por Álava, Ramón Rabanera, estaba en el punto de mira de la banda terrorista. A la derecha de Sastre alzando los brazos, el tabloide detallaba de forma escueta que la noche anterior un hombre había intentado matar a su compañera en un bar de Yagüe y después se había suicidado. Para el resto de la información remitía a la página 7 y en apenas cinco párrafos daba alguna pincelada más. Todo sin nombres y sin rostros. El frío que imprime la premura de la hora de cierre. El triste suceso había ocurrido sobre las 23.30 y la rotativa no esperaba. A la mañana siguiente, muy temprano, mientras el periódico se repartía en los quioscos, la mujer fallecía. Con las horas, como quien deshoja la margarita, se fue conociendo la vida de la víctima.
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El 27 de julio había sido un día soleado de verano, pero no especialmente tórrido. El termómetro escaló hasta los 33,2 grados de máxima. Él, Marin Stan, un hombre de 52 años y nacionalidad rumana, se presentó en el bar Juncal, en el barrio de Yagüe, que regentaba su exmujer, Tanta Stan, de 48 años, y le asestó varias cuchilladas. Con el mismo cuchillo se suicidó después clavándoselo en el pecho. Los vecinos corrieron a auxiliar a la mujer que estaba malherida poniéndole paños para taponar las heridas. Todo esfuerzo fue infructuoso porque siete horas después moría en el hospital San Pedro de Logroño. ¿Quién era ella? y ¿él? ¿Por qué? Poco a poco se conoció la historia de una mujer víctima de los malos tratos de su exmarido. Hasta marzo de ese mismo año, la pareja había convivido en el mismo piso en la capital riojana, pero la mala vida que le daba a la mujer, que finalmente lo denunció por violencia de género, acabaron por dinamitar una relación que se había prolongado durante 31 años.
Él ya había acudido antes al bar que regentaba ella y le propinó diversas patadas en la cara y el cuerpo. Además, la amenazó con matarla y quitarse la vida después. Por aquel episodio el asesino fue condenado a seis años de destierro de La Rioja, cuatro de alejamiento de su víctima y a un año y seis meses de prisión que no cumplió porque no tenía antecedentes.
Tanta agonizó, luchó siete horas por sobrevivir, pero su esfuerzo fue en vano, su expareja la había herido de muerte45 días después del asesinato, la Justicia acordaba, por defunción, el archivo definitivo de la causa contra Marin Stan
La mala vida parecía que se había acabado. Tanta Stan y sus dos hijas creían que con el destierro del padre hasta el 12 de marzo de 2014 era suficiente. Él se había mudado a Madrid. Había puesto tierra de por medio, pero además, tampoco creían que Marin fuera capaz de cumplir sus amenazas.
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Erraban en sus impresiones porque en los cuatro meses de destierro, Marin no cejó en su empeño: si Tanta no era de él, no sería de nadie. Así se lo decía a su exmujer, a la que no paró de atemorizar. Días antes de la tragedia, en la fachada del bar Juncal que regentaba Tanta y en el que también trabajaba una de sus hijas, habían aparecido unas pintadas intimidatorias. Unas frases inconexas y sin sentido, pero en las que sí se podía leer con claridad la palabra 'puta', preludiaban el luctuoso final.
La víctima no le dio importancia a las pintadas ofensivas porque creía que su exmarido estaba a más de 300 kilómetros de distancia. Por eso ni siquiera avisó a la Policía. De hecho, las medidas de protección con las que contaba la fallecida se reducían a contactos telefónicos más o menos continuados y controles por parte de las fuerzas y cuerpos de seguridad. El nivel de riesgo, en su caso, se había reducido de medio a bajo cuando el agresor fue desterrado.
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Marin apenas tenía barreras para cumplir sus amenazas y así lo hizo. La apuñaló hasta matarla y luego se quitó la vida. Tanta recibió sepultura tres días después en el cementerio de Logroño. Paradójicamente ni después de muerta pudo alejarse de su exmarido. El nicho de ella estaba justo debajo del de su verdugo.
El 10 de septiembre de ese mismo año, 45 días después del asesinato de Tanta, la Justicia acordaba el archivo definitivo de la causa contra Marin Stan por su fallecimiento.
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