El nuevo curso despega en La Rioja
Mas de 51.000 alumnos han iniciado este martes las clases en la región y algunos de ellos, como los del CEIP Duquesa de la Victoria, han disfrutado de un recibimiento diferente
Ocho y media de la mañana. Parece un martes cualquiera. En el patio del CEIP Duquesa de la Victoria solo se escucha el silencio. Nadie está subido al tobogán y nadie juega en las porterías del campo de futbito. De fondo, y si alguien tiene el oído muy afinado, sí se oyen unas voces. Llegan de un aula, la de los madrugadores. Los primeros del centro logroñés en afrontar este martes la tan temida por unos, y tan esperada por otros, vuelta a las aulas.
El CEIP Duquesa de la Victoria es solo uno de los muchos centros de la comunidad autónoma que este martes han abierto sus puertas tras el periodo estival. En total, más de 51.000 estudiantes de la región han regresado a las clases en un curso marcado por dos decretos, el de convivencia y el de cambio de currículo para dar más peso a Lengua y Matemáticas, y por una queja mayoritaria de los sindicatos: que unos 500 interinos se hayan incorporado a sus centros el mismo día que los alumnos y que no lo hayan hecho con más antelación.
Antes de que dieran las nueve de la mañana, Logroño amanece con fresco. En las calles se ve poca gente, pero no tardan en aparecer los primeros uniformes escolares. En el camino hacia cualquier destino, el transeúnte puede jugar a una especie de 'Quién es quién' en su mente: «¿Lleva jersey granate y pantalón gris? No, pues entonces no es de Jesuitas». Los que llevan uniforme se entremezclan con aquellos que van a los colegios en los que no hay una indumentaria oficial obligatoria.
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Mientras tanto, en el CEIP Duquesa de la Victoria, se aprecia movimiento. Los profesores preparan todos los detalles para que las aulas luzcan perfectas para la llegada de los estudiantes, pero en su caso añaden a eso una preocupación más: «¿Tenemos las tarjetas de embarque?», pregunta una de las docentes. Esa cuestión, más propia de un aeropuerto que de un centro escolar, no resulta extraña para el personal del centro. Tampoco para los que este martes se han dado una vuelta por la calle Duquesa de la Victoria poco antes de las nueve de la mañana. Estos últimos han descubierto entonces que en el centro logroñés se habían propuesto empezar el curso de un modo diferente y, por ello, todo el personal se había disfrazado de trabajadores de una aerolínea, las Duquesa Airlines. El curso estaba a punto de despegar.
Mientras los profesores ponían a punto la 'performance', los primeros padres empezaban a llegar, acompañados lógicamente, de sus hijos. Alberto Castro fue uno de los primeros. Junto a él, su hija Greta, de ocho años, que afronta este año el tercer curso de Educación Primaria. «Está con ganas, lleva toda la semana deseando venir», afirma su progenitor. «En nuestro caso, es todo ilusión y ganas; prefiere ya la rutina del colegio», añade poco después de despedirse de su hija.
Mientras Castro habla con el periodista, los docentes ya tienen todo a punto. Han dispuesto unas estructuras que se asemejan a un control de seguridad aeroportuario y portan desde el típico carrito con bebidas y comidas de los aviones hasta una especie de espadas láseres que se parecen a los instrumentos que los policías tienen para realizar cacheos. Alice Vicario y Laura Martínez son dos de ellas. La primera es profesora de inglés y la segunda da clases en quinto y sexto de Primaria. Ambas van de azafatas y Martínez dice afrontar este inicio de curso «con muchísima ilusión». «Y con mucho humor», apostilla acto seguido su compañera.
Vicario reconoce que «siempre hay alguna turbulencia» durante el vuelo, mientras que Martínez espera que los viajeros (los alumnos) lleguen «con muchas ganas de aprender y de pasárselo bien». Tanto ellas como el director del centro, Eduardo Subero, explican que esta idea de disfrazarse para el comienzo del curso surgió cuando una compañera vio en un vídeo que en Andalucía hacían algo parecido. Les gustó y hace un año decidieron hacer algo similar, vistiéndose de veraneantes. «Funcionó muy bien y hemos repetido, en esta ocasión como miembros de una aerolínea», señala Alice Vicario. Subero, por su parte, reconoce que «sin la implicación de todo el personal docente», iniciativas de este tipo no son posibles.
El tiempo apremia. Las nueve de la mañana se acercan y hay que recibir a los ocupantes del vuelo. Profesores y el resto del personal del colegio salen al patio al son de la canción de la Orquesta Mondragón 'Viaje con nosotros' y se dirigen hacia los primeros alumnos que se asoman por las puertas. Hasta allí llegan los hermanos Alejandro y Ángela Vitoria, que este lunes inician sus clases en primero y sexto de Primaria, respectivamente. Ambos reconocen tener una mezcla de ganas y nervios. «Yo tengo ganas de Educación Física», dice la mayor. «Yo de todo», añade el pequeño, antes de que su madre, Carolina Villar, se congratule de que los profesores «hagan algo diferente para que el cole empiece de una manera divertida».
A su lado, María Establie acaba de dejar a su hija, Alba Guridi, que este martes empieza quinto de Primaria. «Le costó dormirse, aunque tiene muchas de empezar porque le gusta mucho el colegio», asegura su madre antes de alabar el recibimiento que habían preparado en el centro. «Son los mejores», sentencia. Preguntada por si los padres también tenían ganas de que llegara el inicio de las clases responde: «Sí, les viene bien tanto a ellos como a nosotros; el verano está muy bien pero la rutina les favorece».
Si hace media hora, en el patio reinaba el silencio, ahora sucede todo lo contrario. Los gritos, la algarabía y las carreras de un lugar hacia otro protagonizan los minutos previos a la entrada a las aulas. Es un momento de reencuentros, tanto para los padres como los más pequeños. Se ven abrazos, muchos: de alumnos con otros alumnos, de madres con estudiantes, de niños con sus profesoras... Hay sonrisas, pero como siempre sucede en estos casos también aparecen algunos llantos, aunque la ilusión parece ganar la partida a las lágrimas.
En las inmediaciones del Edificio de Educación Primaria, los alumnos de los primeros cursos se dirigen a sus respectivas puertas de embarque. No muy lejos, en el de Educación Infantil, los nervios son más patentes, puesto que muchos pequeños están a punto de empezar una nueva vida en el colegio. Eva Ojeda tiene dos hijos, June y Neo, de cinco años y de tres. La mayor ya tiene cierta experiencia en estas lides, pero para el pequeño la de este martes ha sido la primera vez. Aparentemente, ambos están tranquilos. «Están bien, contentos, con ganas y expectantes», dice su madre, que agradece que el recibimiento no sea demasiado serio. «Les viene bien a ellos porque así los pequeños están más motivados», considera.
Toca entrar a clase. A alguno todavía no se le han secado las lágrimas que segundos atrás corrían por sus mofletes. Otros, sin embargo, ya se han olvidado de sus familiares y han hecho algún amiguete en la fila, y a unos cuantos, como a Chloe, les cuesta separarse de su progenitor. «Está un poco desubicada, pero es cuestión del primer día», afirma Sergio Díez Velasco, su padre. «Quería ir al cole, pero yo creo que se ha desubicado porque el año pasado entraban por el otro lado», relata. Su hija estaba a punto de empezar segundo de Infantil, pero sobre todo quería reencontrarse con sus amistades. «Me lo ha dicho esta mañana: 'vamos, que quiero ver a mis amigos'», cuenta antes de admitir que la vuelta al colegio supone «un descanso» para los padres. «Nosotros tenemos los abuelos lejos y no tenemos con quién dejarla; aunque ha ido a la ludoteca, conciliar es complicado», afirma.
June, Neo, Chloe, Alba... A todos les dieron una tarjeta de embarque al llegar. Tenían plaza en el vuelo de este nuevo curso. «Sin este papel no puedes entrar», avisaba Rita, otra niña, a una compañera. Con orden, todos embarcaron y el silencio volvió a apoderarse del patio del CEIP Duquesa de la Victoria, al menos durante unos minutos. Abróchense los cinturones, que el curso ya ha comenzado. En junio se alcanzará el destino.
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