Elena Anguiano | Psicóloga

«Los niños con altas capacidades desafían para crear algo nuevo»

– ¿Qué se considera altas capacidades?

– Científicamente no hay un criterio claro y ese es el principal problema. Tradicionalmente se hablaba de un coeficiente de 130 y quien no lo alcanzaba no tenía altas capacidades. Pero ese término está obsoleto porque la ciencia evoluciona y las personas no somos un número. Cuando hablamos de alta capacidad, nos referimos a percentiles superiores al 75% en varias áreas y otras características asociadas como la creatividad.

– Entonces, ¿se puede detectar con un mero test en el colegio? ¿Son fiables esas mediciones?

– Ahí tenemos el segundo problema. El test Weschler, que es el más usado, es una herramienta magnífica. Pero requiere mucha especialización y no todos los profesionales que aplican la prueba tienen la formación y el entrenamiento necesarios.

– Vamos, que no se trata de identificar que un niño sea muy inteligente y ya, ¿no?

– La alta capacidad es una condición cognitiva, con un coeficiente intelectual alto, con creatividad... pero dentro de la alta capacidad hay un mundo enorme, muy variado. Está la doble excepcionalidad, que es un término que aplicamos a quienes tienen, por ejemplo, alta capacidad y a la vez déficit de atención o dislexia... Suelen ser niños que pasan desapercibidos, pero hay etiquetas peligrosas. Por ejemplo, un niño con alta capacidad muy creativo y con un razonamiento lógico maravilloso pero con déficit de atención da una imagen al adulto de que es un niño que puede hacer mucho más de lo que hace, que es un vago.

– La frustración en esos niños será tremenda.

– Claro, tenemos que pensar que es un niño cuyo cerebro razona y aprende muy rápido, pero si tiene ese déficit de atención también se despista igual de rápido. Si encima de que le cuesta, le decimos que es un vago, pues abandona. Es un peligro que vemos en esos críos: el abandono y la desmotivación académica.

– ¿Cómo debe actuar una familia a la que le identifican un niño con altas capacidades?

– Con mucha paciencia. Son niños que hacen llegar al límite. La intensidad emocional es otra característica: son maravillosos pero esa intensidad y esa creatividad a veces provoca verdaderos sismos familiares. Pueden darte 25 millones de razones de por qué no hay que hacer algo o sí. Y eso agota mentalmente a las familias, a los profesores. La visión del adulto es que eso es un desafío a la autoridad. Pero tenemos que entender que son cerebros creativos y que la creatividad implica el desafío, no a la autoridad por la autoridad, sino a lo establecido para crear algo nuevo. Por eso, hace falta quitarse esas gafas de adulto y ponerse en la piel del niño.

– ¿Es recomendable la atención psicológica para estos niños?

– Es importante para la detección pero también para algunos aspectos neuropsicológicos por si va asociada, por ejemplo, una dislexia o un trastorno de déficit de atención. A la hora de intervenir o de tratar, no siempre tiene por qué ser necesario, pero son niños que a veces pasan crisis y necesitan alguien con el que poder desahogarse y dejar de lado esa maraña mental.

– ¿Hay familias que prefieren esconder que sus hijos tienen altas capacidades?

– Sí, porque creen que se les va a señalar y a rechazar. Son niños que generan extrañeza porque ellos igual están pensando en la muerte a edades muy tempranas mientras sus compañeros están con muñecas o coches.

– ¿Y habría que dedicarles centros específicos?

– Quizá no tanto centros especializados pero sí programas, atención personalizada, como el que hay en la universidad, el UR Talent, donde encuentran otros niños con las mismas inquietudes intelectuales. Es maravilloso cuando te cuentan cómo han conectado, porque están contentos, se sienten entendidos y entonces empiezan a investigar, como dicen ellos.