El hombre blandengue
CRÓNICAS VENENOSAS ·
«De lo que tengo miedo es de tu miedo» (William Shakespeare)El problema de Feijóo es que las elecciones no se convocaron al día siguiente de la defenestración de Casado. Llegó don Alberto de tierras gallegas ... montado en un corcel blanco y con la armadura reluciente, dispuesto a liberar España de las hordas bolivarianas, y a medida que se acercaba a Madrid parecía más campeador, más indestructible, más definitivo. Si las urnas se hubieran puesto con Casado todavía curándose las heridas en Urgencias, Feijóo probablemente habría arrasado porque se beneficiaba de un prestigio legendario que hablaba de brumosas mayorías absolutas y de insólitos gobiernos monocolor y porque sus palabras, de una tibieza calculada, tenían las propiedades curativas de los bálsamos medicinales.
Pero no hubo elecciones y tal vez pensó Feijóo que podía estirar la inercia durante un año o más, como si intuyera que para llegar a la Moncloa le bastaba con no andar pisando jardines y, sobre todo, con dejar a doña Ayuso libre pero más o menos controlada, como esos animales carnívoros que se pasean por Cabárceno y de vez en cuando rugen de mentirijillas. Traía Feijóo la revolución del aburrimiento y del bostezo, el bajón de una discoteca a las cinco de la mañana, el dulce sopor de una etapa llana del Tour, una lenta somnolencia de tilas y orfidales. Por un momento pareció que la estrategia del letargo le iba a funcionar y que incluso podía cerrar con Pedro I Sin Escrúpulos el anhelado pacto para renovar el Consejo General del Poder Judicial.
Pero algo raro sucedió.
La propia Cuca Gamarra, nuestra Cuca, había pedido dos días antes no mezclar la reforma del delito de secesión con el acuerdo para desbloquear la cúpula de los jueces y, sin embargo, 48 horas después fue el propio Feijóo quien decidió mezclar ambos asuntos y romper las negociaciones. Ocurre que, como recordó Felipe González, ni siquiera eso justifica el incumplimiento de una ley y, en este caso, el PP carga con la mayor parte de culpa. Falta un año para las elecciones: si los populares quieren cambiar el método de acceso al Consejo del Poder Judicial –cosa que extrañamente no hicieron cuando gobernaban– harán bien en incluir la propuesta en su programa electoral, pero de momento deberían cerrar ese pacto. Escudarse en la innoble reforma del delito de secesión que pretende el PSOE es como si yo me propongo saltarme los límites de velocidad en las autovías porque el Gobierno ha pactado no sé qué con Bildu.
Feijóo reculó de pronto y yo creo que no fue por cálculo electoral sino por miedo. Miedo a las coces de Ayuso, a los hooligans de su partido, a algunos periodistas vocingleros, al colmillo avinagrado de Abascal, a no ser capaz, en fin, de vender un pacto con el PSOE como un servicio a España y no como una vergonzante rendición. El problema es que todas estas actuaciones han contribuido decisivamente a minar su poderosa imagen de seriedad y moderación. No sería de extrañar que muchos de sus potenciales votantes se estén planteando a estas alturas si este tipo que tan gallardo parecía en la lejanía no será en realidad uno de esos hombres blandengues que ponían de los nervios a El Fary. Una impresión de debilidad que se ve acrecentada aquí en La Rioja por el miedo (otra vez el miedo) a convocar un congreso como dios y los estatutos mandan para elegir al candidato en las autonómicas.
Lo bueno de acabar siendo un hombre blandengue, amigo Feijóo, es que al menos tendrás el voto asegurado de Irene Montero y del Ministerio de Igualdad en pleno. Algo es algo.
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